24/Apr/2024
Editoriales

Una sonrisa para un anciano

 

 

Bienaventurados los que comprenden mi extraño paso al caminar y mis manos torpes.

Bienaventurados los que saben que mis oídos tienen que esforzarse para

comprender lo que oyen.

Bienaventurados los que comprenden que, aunque mis ojos brillan, mi mente es lenta.

Bienaventurados los que con una sonrisa me estimulan a intentar una vez más.

Bienaventurados los que nunca me recuerdan que he hecho dos veces la misma pregunta.

Bienaventurados los que me escuchan, pues yo también tengo algo qué decir.

Bienaventurados los que saben lo que siente mi corazón, aunque no pueda expresarlo.

Bienaventurados los que me respetan y aman como soy, y no como ellos quieren que sea.

Bienaventurados los que me ayudan en mi peregrinar hacia la casa del Padre Celestial.

 

 

Anónimo