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Director de diario económico español explica la quiebra de bancos y las culpas de los gobiernos de EU y Europa

Redacción- Amador G. Ayora director de eleconomista.es (Madrid) 

 

Igual que de los economistas se dice que son los mejores analistas del pasado, hay un dicho entre los gestores de bolsa de que "los bancos centrales son los mejor preparados para resolver las crisis anteriores". Después de la pandemia, el BCE y la Reserva Federal (Fed) atribuyeron los brotes de inflación a un fenómeno coyuntural provocado por las ganas de volver a disfrutar de la vida y alimentaron así la orgía del consumo con su política de tipos cero.

 

Cuando se percataron de que la inflación había venido para quedarse, emprendieron una carrera precipitada que llevó en menos de un año los tipos de interés de cero al 3,5% en Europa y a 4,75%-5% en Estados Unidos.

La subida vertiginosa de las tasas de interés está detrás de la caída del Silicon Valley Bank (SVB) y del Credit Suisse para evitar un caos financiero como el vivido en 2008. Pese a sus potentes equipos de análisis, ni Lagarde ni Powell (tanta monta, monta tanto) supieron anticipar la jugada. Si los tipos no se hubieran mantenido a cero durante tanto tiempo, ahora no los habrían tenido que elevar tan rápido.

Después de la crisis de 2008 se fijó una arquitectura financiera para prevenir los rescates a costa del contribuyente, de manera que fueran los accionistas y los acreedores los que pagaran los platos rotos. Pero la norma no ha resistido el primer embate.

Los bancos centrales evocan a Groucho Marx: "Aquí están mis principios, pero si no... los cambio"

La crisis actual se resolvió en un fin de semana de infarto en que los bancos centrales y los gobiernos se saltaron todas las reglas acordadas por ellos mismos. Los muros de contención levantados para los depósitos se vinieron abajo y el orden de prelación para que los accionistas abonen la mayor parte de la factura tampoco se ha cumplido. La situación recuerda a la famosa frase atribuida a Groucho Marx: "Estos son mis principios, pero si no le gustan, ¡tengo otros!".

La secretaria del Tesoro, Janet Yellen, se vio forzada el domingo, 8 de marzo, a extender el aval del Fondo de Garantía de Depósitos (FDIC) a todos los depositantes del Silicon Valley para evitar una corrida bancaria el lunes. Después de que sus clientes retiraran a golpe de clic 42.000 millones de dólares solo el viernes anterior, no había dinero suficiente para afrontar la salida de cash hacia entidades más solventes.

Como se sabe, los bancos mantienen en caja entre el 5% y el 8% de los activos que gestionan en liquidez, lo que puede provocar su quiebra si la gran mayoría de los clientes decide disponer de su dinero a la vez.

Trump garantizó los depósitos de hasta 250.000 dólares para proteger a la clase media. La extensión de ese límite, por parte de Yellen, creó un riesgo moral, ya que el Estado avaló también a patrimonios acaudalados.

Si el Gobierno americano garantiza todos los depósitos, se acabaron las crisis bancarias. El problema es que la secretaria del Tesoro, no tiene autoridad para extender un cheque en blanco a los depositantes. Es el Congreso el que debe autorizarlo. Por eso, Wall Street se tiñó de rojo el miércoles cuando Yellen reconoció que no tenía previsto cambiar la legislación.

La Reserva Federal tampoco había imaginado que las reservas de SVB, invertidas en bonos del Tesoro triple A, podían sufrir un rápido deterioro por culpa de la inflación y el alza de los tipos y forzar al banco a recapitalizarse. Fue el anuncio de una ampliación de capital en SVB lo que provocó el pánico entres sus clientes.

Ahora hay otra entidad, el First Republic Bank, en el ojo del huracán. Pero en este caso es porque no tiene títulos de deuda suficientes en sus reservas para obtener liquidez en la ventanilla de descuento de la Fed. Una docena de entidades privadas, encabezadas por JP Morgan pusieron 30.000 millones para evitar el colapso.

Lo del Credit Suisse es fruto de otro error de manual. Después de varios años de graves dificultades, ni el supervisor ni el Banco de Suiza habían tomado cartas en el asunto. Aún peor, la semana anterior a su quiebra confirmaron su solvencia.

Cuando el contagio de la crisis americana colocó a la entidad al borde del precipicio, a las autoridades se les acabó la paciencia. Su caída hubiera prendido la mecha del pánico en todo el planeta. La ministra de Finanzas, Karin Keller-Sutter, en coordinación con el gobernador del Banco de Suiza, Thomas Jordan, y la presidenta del supervisor Finma, Marlene Arnstad, convocaron una reunión de urgencia el miércoles con el presidente de Credit, Axel Lehmann, y el consejero delegado, Ulrich Körner, en la que le ordenaron directamente fusionarse con UBS, según FT.

Las leyes helvéticas no permiten una intervención gubernamental que, además, sería muy impopular. El balance del Credit equivale al 70% del PIB suizo. La entidad perdía más de 10.000 millones de francos diarios y otros bancos empezaron a cortar sus vínculos. La sangría se aceleró después de que el primer accionista, el fondo soberano saudí, anunció que no invertiría ni un céntimo más en la entidad.

Las tres autoridades, a las que el rotativo británico denomina la Santísima Trinidad, comunicaron a los ejecutivos de Credit que introducirían una legislación urgente para que los accionistas no pudieran oponerse a la absorción. La decisión por decreto ley provocó la reacción airada del fondo soberano saudí. "Nos critican porque somos una dictadura y aquí se permiten cambiar la legislación en el fin de semana. ¿Qué diferencia hay entre Suiza y Arabia Saudí?"

La presión de los dos fondos de accionistas saudíes y el de Catar, que también son importantes impositores, provocó otro cambio, que rompe los esquemas de cualquier rescate. Los propietarios de bonos de capital Tier1, los denominados CoCos, perderían todo su capital, unos 16.000 millones.

La fórmula pactada hasta ahora era sencilla: en caso de resolución, los bancos tendrán que echar mano primero de su capital (accionistas) y después absorberán las pérdidas los instrumentos híbridos o subordinados (bonos). Las lecciones aprendidas de la Gran Recesión no han servido para nada.

El Gobierno de Berna alega que la letra pequeña permitía amortizar los bonos en caso de un evento extraordinario, que pusiera en riesgo el Estado. Los recursos de los bancos superan seis veces el PIB nacional. Pero la indignación de los bonistas es total, porque los accionistas conservaron 3.200 millones, no existe una liquidación del banco para exigir la extinción de su patrimonio. La decisión ha provocado ya un tsunami en la cotización de bonos híbridos y subordinados y augura una costosa y prolongada batalla legal.

La ruptura del modelo no termina aquí, las autoridades se disponen a hacer la vista gorda para que la entidad resultante de la fusión pueda actuar como un monopolio en banca minorista, además de que el Estado asumirá pérdidas por 9.000 millones.

La crisis restringirá el crédito con una inflación al alza y alienta el fantasma de las recesiones

El esquema es tan sorprendente que la Junta Única de Resolución (JUR) europea emitió un comunicado para desmarcarse y recalcar que respetará el estatus de los bonistas en caso de quiebra de un banco del euro.

Una metedura de pata similar por parte del exgobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, provocó la quiebra de la mayoría de las cajas de ahorro tras ordenar fusionarlas. El coste para los contribuyentes fue de 60.000 millones, el 6% del PIB. Italia tuvo que rescatar con dinero público Monte dei Paschi di Siena, Veneto Banca y Populare de Vicenza.

Estamos de acuerdo en que dejar caer a los bancos de manera desordenada es peor que rescatarlos con dinero público. Pero estos son muy costosos y puede asumirse uno cada generación, cada cincuenta años. Por eso, se acordó que los inversores cargaran con la factura en lugar de los gobiernos.

Las autoridades suizas actuaron bajo fuerte presión tanto de Lagarde como de Yellen para anunciar la fusión antes de que abrieran los mercados asiáticos. El problema ahora es que la semilla de la incertidumbre está sembrada. Este viernes los ataques se dirigieron contra Deutsche, por una amortización anticipada de deuda subordinada. Los bancos japoneses también están en la diana, como grandes tenedores de bonos del Tesoro Tesoro americano. ¿Cuál es el siguiente?

Ya nadie se fiará de que el BCE o la Fed cumplan los criterios que habían anunciado en caso de emergencia. Una de las consecuencias inmediatas será la restricción del crédito por parte de la banca para preservar su capital, lo que frenará el crecimiento en un momento de inflación al alza y alentará el fantasma de la recesión.

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