28/Apr/2024
Editoriales

La comida de los bufetes

Sin darme cuenta, ya se volvió costumbre que cuando salimos los domingos a comer toda la familia, vayamos a un restaurante que ofrezca bufete. 

 Y esto no es necesariamente bueno, porque uno inconscientemente se obliga a ‘desquitar’ el alto precio del servicio y la ingesta termina siendo exagerada.

 Esto es en el fondo un acto secular, pues los restaurantes que ofrecen estos bufetes a los que me refiero, permiten que uno pueda comer hasta reventar, siendo una especie de reminiscencia de las atávicas comilonas de nuestros ancestros cuando cazaban un mamut. 

 La justificación de ellos era porque en esos lejanos tiempos no había refrigeración y, por tanto, la carne se pudriría, obligando a un rápido consumo. 

 Además nunca sabían cuándo habría otra oportunidad de comer, por lo que los hábitos alimenticios se distorsionaron hasta que las comidas fueron en forma vastísima. 

 La diferencia con los tiempos actuales es que aquellos cazadores de mamut trabajaban mucho en la construcción de la infraestructura necesaria para el “día D” que llevaban al mastodonte a una trampa y lo masacraban entre todos. 

 Hoy también se trabaja muchísimo, pero en otros menesteres, lo que se necesita es “sólo” traer dinero para pagar el precio a esos “horribles” comederos, que también -como antaño- distorsionan nuestros hábitos de ingesta. 

 

 La gran diferencia es que ahora los que terminan masacrados son los órganos propios del comensal, que no sólo recarga su aparato digestivo, sino también los demás órganos del cuerpo.