Editoriales

La Praxis, enajenación, cultura (primera parte)

Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo

Universidad "José Martí­" de Latinoamérica

El presente ensayo refiere a la relación praxis - enajenación –cultura en el devenir humano y social del hombre. Para ello se trabajan dichos conceptos en su interacción, condicionamiento y determinaciones y las implicaciones hermenéuticas y prácticas que poseen en los tiempos actuales. Seguidamente se pasa a la elaboración marxista del problema, teniendo en cuenta que fue Marx el que realmente sienta las bases para una comprensión profunda del problema. Posteriormente se pasa a un breve análisis sobre la hermenéutica de la praxis y sus posibilidades heurí­sticas actuales.

1. Teorí­a e historia del problema.

La praxis y la enajenación son conceptos filosóficos de gran significación para explicar el hombre y la sociedad, en su devenir histórico - cultural. Dan cuenta dela complejidad de la existencia humana en su quehacer material y espiritual. Si bien el hombre, a través de la praxis realiza su ser esencial, en tanto transforma la realidad y la cambia en función de satisfacer sus necesidades e intereses, también en determinadas condiciones históricas, su propio ser esencial resulta enajenado, ajeno a sí­ mismo, pues no se realiza como sujeto. Su actividad no lo afirma como hombre, sus resultados no le pertenecen y lo dominan, a tal punto que como bien dice Marx, entonces lo que es humano deviene animal, y lo animal, humano. Se produce un proceso ininterrumpido de actividad de la enajenación y alienación de la actividad. Precisamente, la sociedad capitalista es la causa de ese inhumano proceso enajenador, pues el trabajador es despojado de los resultados de sutrabajo. Las verdaderas relaciones humanas se cosifican, en un proceso dondetanto el capitalista como el obrero se enajenan, pero con la diferencia que uno "disfruta" con la enajenación del otro.

En los momentos actuales, con la globalización neoliberal del capitalismo, si bien las formas han cambiado, el contenido es el mismo, la enajenación progresiva lo invade todo. La aprehensión cultural resulta quimérica para las grandes masas, y con ello, se ahondan las diferencias sociales. El consumismo enajena el ser esencial humano y la "cultura" del ser es sustituida por la "cultura" del tener. Con ello resultan sociedades enfermas, donde pulula la crisis de los valores y los vací­os existenciales, que tratan de resolverse a través del vicio, de la drogadicción y otras formas alienantes de la naturaleza humana.

La globalización neoliberal acrecienta el proceso progresivo de enajenación humana y sociocultural en general. Su acuciante tendencia a la imposición de la "cultura" del mercado y el consumismo, y junto con ello, los valores de la cultura dominante, trae consigo el desarraigo de los pueblos en detrimento de su sentido identitario. Es como destruir las raí­ces que sostiene un árbol para con su caí­da eliminar todos los obstáculos de la resistencia y la lucha, en función de sus intereses económicos.

Hoy el mundo vive un momento difí­cil, pues la globalización neoliberal no sólo impide el desarrollo del llamado tercer mundo, sino que está poniendo en peligrola propia existencia de nuestro planeta con su acción depredadora. Por eso urge una ecofilosofí­a que funde una conciencia de resistencia y de lucha. Una utopí­a realista, sustentada en la cultura del ser y la existencia humana para bien de todos. De lo contrario, no habrá ni perdedores ni ganadores, sino desaparición del planeta y de toda la humanidad.

En este panorama sombrí­o la cultura tiene mucho que decir y hacer, en defensa de su propia existencia. Como realmente no ha ocurrido una globalización de la humanidad de la cultura, fundada en la tolerancia, el diálogo, la solidaridad, la equidad y la justicia social, es necesario, desde la cultura misma, defender nuestras identidades con espí­ritu de raí­z y vocación ecuménica. El ensayo de Martí­ "Nuestra América", puede servirnos de guí­a. Es un manifiesto identitario, que alumbra con luz de estrella[1]. La identidad nacional integra en su expresión sintética la comunidad de aspectos socioculturales, étnicos lingí¼í­sticos, económicos, territoriales, etc., así­ como la conciencia histórica en que se piensa su ser esencial en tanto tal, incluyendo su auténtica realización humana, y las posibilidades de originalidad y creación. Por eso la globalización neoliberal de la cultura resulta insostenible. La aprehensión cultural cuando está huérfana de ideas y propósitos raigales mata la creación humana. Y la globalización neoliberal de la cultura lo único que puede "aportar" es el intercambio de actividad y productos enajenados y con ello las crisis de valores y los vací­os existenciales.

La identidad nacional no es una entelequia a priori que se sitúa por encima de los pueblos y naciones. Es, en su realidad concreta, un proceso y resultado de la actividad humana en su historia particular, como ví­a de acceso a la universalidad de su ser esencial. Proceso que transcurre como afirmación y reafirmación del ser histórico, singular, en tanto condición imprescindible para participar de la universalidad. Resultado que encarna y despliega en sí­ntesis lo singular auténtico, enriquecido, expresado ya como universal concreto.

La identidad no se forja en la imitación de lo extraño, ni con la copia mimética de las influencias extranjeras ni con patrones homogéneos impuestos. No es posible homogeneizar la cultura[2]. Es un proceso dialéctico de afirmación, negación ycreación que encarna una realidad histórica concreta por sujetos reales y actuantes. Es su propia obra objetivada en lo esencial en la cultura nacional o regional, condensada en una fuerza material y una conciencia histórica que afirma el ser del pueblo y condiciona su desarrollo.

La cultura, en tanto ser esencial y medida del desarrollo alcanzado por el hombre en su quehacer práctico-espiritual, representa una categorí­a clave para revelar la esencia de la identidad nacional y sus mecanismos de desarrollo. Su valor teórico-metodológico es evidente, pues con su ayuda "se pueden determinar las peculiaridades cualitativas de las formas histórico-concretas de la vida social de la actividad de los diferentes grupos sociales, el grado de perfeccionamiento que ha tenido su producción material y espiritual, de los aspectos originales y propios de ese conglomerado social..."[3] así­ como sus dominios universal y especí­fico en que se expresa.

La cultura como proceso y resultado de la actividad humana, deviene así­ grado cualitativo de universalización del hombre y de su obra, a tal punto que lo reproduce en calidad de sujeto humanizando la naturaleza y haciendo historia.

Todo enmarcado en un proceso continuo de producción, reproducción, creación e intercambio de la obra humana en sus múltiples manifestaciones. Es un proceso donde el hombre encarna su ser esencial y con ello mira el pasado, afianza el presente y proyecta el futuro, a partir, del reconocimiento de las posibilidades y los lí­mites en que se despliega su energí­a creadora en un marco histórico concreto.

La globalización neoliberal de la cultura, en su intento hegemónico, trata por todos los medios de convertir a la humanidad en sierva de sus designios. Hace de ella fácil presa para que asuma acrí­ticamente sus costumbres, hábitos y gustos. Para ello lo primero que hacen es desarraigar a los pueblos, "matar" su sentido de identidad, negar el valor de las tradiciones y las culturas propias. Sencillamente, arrancar las raí­ces para que el árbol caiga, y así­ imponer la cultura dominante que enajena y envilece, sin resistencia y lucha.

La lógica cultural neoliberal globalizadora es inhumana por excelencia y es necesario desarrollar una cultura humanista de resistencia, capaz de subvertirla y plantear nuevas alternativas.

Se requiere de una cultura de la comprensión, fundada en la educación comprensiva de la tolerancia para asumir con eficacia los obstáculos de la incomprensión y la comprensión misma, los autoritarismos infecundos, la ignorancia de los retos que presenta la trama de la vida, tanto a nivel de conocimiento como a nivel de los valores, fundados en ideas, argumentos, visiones diferentes, de carácter egocéntrico, etnocéntrico, sociocéntrico, en detrimento de la individualidad, la socialidad o la cultura de grupos. Es necesario, entonces, en función de la comprensión productiva con todos y para todos, asumir una conciencia de la complejidad humana que presida las acciones con aperturasubjetiva incluyente, para comprender las incertidumbres de lo real, del conocimiento, de los valores, en fin, la incertidumbre de la ecologí­a y de la acción, en pos de la humanidad planetaria que requiere el futuro de lasupervivencia de nuestroplaneta: La humanidad como destino planetario, es decir, la sensibilidad de la comprensión para ponerse en el lugar del otro, sin dejar de ser, y sin atomización ni homogeneidad estériles, por ser ineficaces e inviables, humana y culturalmente.

La ética de género humano, compendia en sí­ntesis concreta toda la cosmovisión humanista de la obra de Edgar Morin, particularmente el contenido de "Los Siete saberes necesarios para la Educación de futuro". Su idea pedagógica rectora se generaliza teóricamente en: Una Cultura del ser existencial para la convivencia humana, sin autoritarismo e intolerancias estériles, como prerrequisito para el advenimiento de una humanidad como ciudadaní­a planetaria, donde la relación individuo – sociedad – especie, se aborde en toda su complejidad de mediaciones, determinaciones y condicionamientos contextuales planetarios. Una ética que propicie la democracia participativa y se construya en espacio comunicativos, sobre la base de la razón y la sensibilidad dialógicas. Ante la realidad dramática que impone la globalización cultural neoliberal no podemos cruzarnos de brazo. La razón utópica, consciente que es posible un mundo mejor, capaz de globalizar la solidaridad hace "camino al andar".

"Hoy se impone crear una nueva ética civilizatoria y responsabilidad social mundial para oponer a la injusticia, frustración y desesperanza que ha generado los odios y el terrorismo de los excluidos. Un nuevo orden polí­tico mundial sin exclusión y de respeto a la diversidad social, espiritual, cultural y filosófica, un nuevo orden mundial con equidad y tolerancia y donde los Estados nacionales redimensionen y reinventen su papel y su soberaní­a; en suma, un nuevo orden mundial enfocado a partir de un bien común planetario en donde la participación activa y crí­tica de la sociedad civil mundial sea uno de los principales protagonistas. Otro mundo es posible, necesario y urgente"[4]. Pero hay que construirlo... Y el marxismo, como filosofí­a de la praxis, enriquecido con las nuevas experiencias y aportes teóricos y prácticos de la contemporaneidad, tiene aún mucho que decir y hacer.

[1]La obra de Martí­, en esencia, sí­ntesis de pensamiento y acción postula un ideario ético-polí­tico de raí­z humanista que en calidad de paradigma media y trasciende el presente y sirve de base proyectual del futuro. Precisamente por esto, devino modelo para transitar de la nación en sí­ frustrada por la intervención norteamericana (nación fuera de sí­) hacia la nación para sí­.

[2]"El hombre americano -escribe Zea- se pregunta sobre la posibilidad de participar en la cultura occidental en otros términos que no sean los puramente imitativos. No quiere seguir viviendo, como decí­a Hegel, a la sombra de la cultura occidental, sino participar en ella. Es esta su participación la que debe ser original ...), la del hombre que, a partir de unas determinadas circunstancias que le han tocado en suerte, interviene en la elaboración de la cultura (...), aportando a la misma las experiencias que ha originado su situación concreta. Es la preocupación del hombre que quiere ser algo más que el reflejo o eco de una cultura; la del hombre que quiere ser parte activa de la misma". (Leopoldo Zea. "América en la historia". Fondo de Cultura Económica), (México, 1957, pág. 12).

[3]Pablo Guadarrama, Nicolai P. Lo universal y lo especí­fico en la cultura. Edit. C. Sociales, La Habana, 1990, pág. 65.

[4] Samuel Sosa Fuentes. El reto del nuevo siglo: la cultura global de la violencia y el terror o una nueva ética mundial social y humana. Cuadernos Americanos No. 95. Sep- oct. Año XVI Vo. 5. 2002, p. 32.