03/May/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

Enero 23 de 1848: Elude Antonio López de Santa Anna en Tehuacán, a una brigada norteamericana que lo buscaba por violar las condiciones pactadas en el armisticio de la Guerra de Invasión norteamericana. Santa Anna cargaba con su pasaporte, pero antes intentó refugiarse en Oaxaca, sólo que el gobernador Benito Juárez le negó protección por considerarlo peligroso para la estabilidad del gobierno local, y por considerarlo nefasto para el país. Acababa de estallar la fiebre del oro en California (y con ella el júbilo de los estadounidenses), y con la guerra perdida, estaba a punto de firmarse el indigno Tratado de Guadalupe Hidalgo (Febrero 2 de 1848), con el que México entregó formalmente los territorios nórdicos que físicamente ya tenían en su poder los norteamericanos.

Todo el país se retuerce de dolor por varias causas, además de la invaluable pérdida territorial, pues miles de mexicanos habían muerto en la cruel invasión norteamericana y la dignidad nacional estaba pisoteada. El 8 de enero anterior, Manuel Peña y Peña, presidente de la Suprema Corte de Justicia, hubo de asumir el Poder Ejecutivo. Pero aún con esa paz forzada, en varias regiones del país había brotes de inconformidad por el desastroso resultado de la guerra y la capitulación mexicana. En San Luis Potosí, el 12 de enero se proclamó un plan que desconocía al gobierno instalado en Querétaro y convocaba a continuar la guerra, mismo que fue aplacado rápidamente. Nada había que hacer a esas alturas, Estados Unidos había “comprado” más de la mitad del territorio mexicano y el 9 de abril, Santa Anna se embarcaría en Veracruz rumbo a Jamaica y luego a Colombia, pero regresaría en 1853 para seguir haciendo diabluras que después comentaremos.