27/Apr/2024
Editoriales

Ahora los teléfonos celulares iluminan

 

No existe quien no haya requerido utilizar una linterna. Es tan popular que los teléfonos celulares traen la función de proyectar una luz intensa para usarse como si fueran linternas y, conociendo las formas de determinar las aplicaciones de estos modernísimos dispositivos electrónicos, no hay duda de su utilidad.  

Este útil aparato se debe a dos amigos geniales: Akiba Horowitz, un judío ruso que migró a Nueva York en 1890, y el inventor - empresario Joshua Lionel Cowen, quien, a pesar de que su nombre es de origen judío, él era anglosajón. 

Akiba, un genio práctico, cambió su nombre por el de Conrad Hubert y consiguió empleo apenas llegando a NY en la empresa de Cowen, la comercializadora de los inventos de este genio. 

Entre otros muchos inventos, Cowen concibió el timbre para las casas y un ventilador eléctrico. Sin embargo, era un tipo súper exigente consigo mismo, y desechaba muchos de sus inventos por motivos económicos, estéticos, o por las condiciones del mercado.

Conrad, por su parte, también era genial y llamó su atención un invento de Cowen -un tiesto eléctrico-, que consistía en una delgada pila dentro de un tubo con un foco, que servía para dar luz a una planta y por eso le llamaba tiesto o maceta eléctrica. Cowen había ‘congelado’ su invento porque no era atractivo a la vista, pero a Conrad le gustó mucho y le pidió que se lo vendiera, a lo que accedió de inmediato. 

Conrad Hubert intentó comercializar las macetas con luz, pero efectivamente como calculaba Cowen, el mercado no las quiso. 

Ante ello, este genio Conrad Hubert le alargó el cilindro hasta que se le ocurrió que podría funcionar como lámpara eléctrica portátil y así la patentó. 

Esta lamparita tenía el atractivo que podía enfocarse a cualquier dirección con sólo apuntar con la mano, y de inmediato el mercado la aceptó, vendiéndose en grandes cantidades. 

Hubert fundó la empresa Eveready Flashlight y se hizo muy rico rápidamente, al grado que, al morir en 1928, una parte pequeña de su gigantesca herencia fue un donativo de 6 millones de dólares que dejó para obras de caridad. 

Desde luego que Cowen también hizo fortuna, pero gracias a su invento de trenecitos eléctricos en los que incorporó a la locomotora el mismo motorcito de unos ventiladores eléctricos que tempoco le habían gustado. 

En fin, el resultado de sumarse los talentos de dos genios, posibilitaron la existencia de la Linterna, un aparato que nos acompaña cuando salimos de viaje y en forma cotidiana -como ya dijimos- ‘dentro’ de nuestros teléfonos celulares.