27/Apr/2024
Editoriales

¿Cuánto tiempo vivimos?

Acabo de recibir un mensaje por Whatsapp de Marco Antonio Aguilar, un amigo y compañero de la generación 1964 – 1969 de la Facultad de Ingeniería Civil.

No trae texto alguno, sólo un listado con los nombres de nuestros colegas adelantados, los fallecidos, que ya suman 33, y del lado derecho, el día en que se fue cada uno. 

Sus nombres son (no fueron, pues siguen llamándose igual, tan sólo están en otra dimensión): Mario Lira, Juan Olvera, Anastacio González, Manuel Salvador Ayala, Abraham Zavala, Amado Vázquez, Roberto Salinas, Ramiro Rodríguez, Isidro Reyes, Humberto Franco, Luis Lauro Flores, Sergio Elizondo, Fernando Arredondo, Saeb García, Francisco Gámez, Carlos Pereyra, Héctor Eliud Martínez, Guillermo de la Torre, Guillermo González, Rogelio Alcalá, Francisco Cárdenas, Juan Ángel de la Garza, Daniel González, Horacio Saucedo, Arturo G. Morton, Juan Guadalupe Hernández, Heriberto Pérez, Juan José Quintanilla, Trinidad Benavides, Timoteo Martínez, Jorge Lavín, Manuel Trejo y Eleazar Vázquez.

Intenté calcular las edades que tenían al día en que se retiraron a descansar, pero como no tengo todas las fechas de sus nacimientos, no pude acceder a ese dato.  

Lo que sí mantengo y muy a la mano son sus ‘fichas técnicas’ es decir, sus rostros, apodos, caracteres, y algunos de sus hechos más relevantes, sobre todo los anecdóticos. 

Sin embargo, después recordé un texto viejo referente a que ese dato que me falta no es relevante, porque no significa el tiempo que vivieron. Me explicaré. 

Nuestra existencia dura cierto lapso entre la cuna y la tumba, sean 64, 71, u 83 años, pero buena parte lo consumimos como los demás animales, en cosas que no queremos hacer, en funciones naturales, o en irrelevancias no disfrutables.

Pero esas actividades no son la vida, porque nosotros estamos aquí para gozar del regalo divino, no para sufrir, ni para simplemente sobrevivir.

La vida es la felicidad, no el sufrimiento, y todos somos felices de formas diversas, por eso todos vivimos tiempos diferentes. Mientras que alguien es feliz en la mesa, otro lo es escuchando música, y otro más calculando una trabe de concreto pretensado. 

Muchos trabajan en actividades que odian, y para ellos trabajar no es vivir, pero otros al contrario, sólo disfrutan si están trabajando.  

Disfrutar, lo que se dice disfrutar, se consigue en una reunión alegre con los hijos y nietos, eso sí es vivir, pero asistir a donde uno va a pelearse, puede ser todo, menos vivir, y entonces ese tiempo no debe contarse como vivido.

Eventos como el día de la graduación de nuestra carrera, de cuando nos casamos, de cuando nació un hijo, o cuando triunfamos en algo importante, fuimos felices, y ese tiempo sí cuenta como vida.

Si nos equivocamos en un cálculo, o nos cancelan un contrato de trabajo, o perdemos una partida de ajedrez, ese tiempo no debe anotarse como vivido. 

Así que nunca sabré cuanto tiempo vivieron nuestros compañeros adelantados y desde ayer estoy contabilizando la duración de mi vida hasta el día de hoy. 

Porque amanecí, gracias a Dios.