20/Apr/2024
Editoriales

El Destierro de Emiliano (2ª parte)

Me han contado de un tal Emiliano, dicen que está embrujado. ¡Oh por Dios!... ¿Será cierto?

Este hombre, que no se apellida Zapata, es el protagonista de una novela de ficción esotérica titulada “El Destierro de Emiliano”.

Hoy continuaremos con la segunda parte de este primer capítulo en el que Norah ansía una pronta reparación de los daños sufridos a lo largo de su vida. Pero, ¿en que nos habíamos quedado? Ah, sí, en esto:

Al llegar la tarde, una poderosa tormenta amenazó con arribar. Al filo de las cinco, el cielo lucía por completo un tono gris intenso que opacaba cualquier intento –por insignificante que fuera- de disfrutar un bello atardecer. Aun así, algo contuvo el aguacero.

“Si pudiera, tomaría el primer vuelo con destino a… Mi felicidad” Pensó, al ver aquella sonrisa natural y espontánea en el rostro de esa desconocida mujer que pasó frente a ella vistiendo un simple pantalón de mezclilla deslavado con una bonita pero sencilla blusa blanca. Ese atuendo, inevitablemente la hizo recordar el día en que vistió una combinación igual, fue en aquel verano de 1993, cuando Emiliano la invitó a cenar. ¡Cómo olvidar esa noche! si terminó siendo una de las más felices de su vida; hubo música, vino, sonrisas francas, miradas expresivas, besos apasionados y sobre todo, una gran sorpresa… La confirmación de que su relación pasaría a otro nivel, uno mucho más comprometido. Norah se acercó a la esquina de la cuarta con Independencia, en el centro de la ciudad; intentaba cruzar la calle pero el semáforo peatonal marcaba la espera. Desde la acera de enfrente, muchos otros rostros también le sonreían, a pesar de esa tonalidad grisácea con olor a diluvio que cobijaba –desde lo alto- todas las calles y avenidas. Andaba de compras, había ido a surtirse de material para continuar con sus plegarias y tres docenas de veladoras sumadas a cuatro cajitas de fósforos con varilla de madera, eran suficientes para no volver en algún tiempo.

Aquel cargamento pesaba demasiado y era tan pesado como el que llevaba a cuestas en su alma. No obstante, una fuerza superior aligeraba esa carga, brindándole –a cada momento- la fortaleza necesaria para enfrentar esa inesperada lucha contra las fuerzas oscuras y los más temibles demonios que habitan el infierno.

Ese día, continuó, como acostumbran continuar todos los días… Inciertos y misteriosos.

Sin embargo, al llegar la noche, lo que parecían unas insípidas gotitas de lluvia, en menos de diez segundos se convirtieron en grandes gotas que con una fuerza impresionante mojaron todos sus recuerdos, esos que interminablemente desfilaban en su mente, entrelazando el pasado con el presente, los pesares con algunas alegrías y el amor… acaso ¿con un fingido desamor?

¡Llovía!... Seguía lloviendo y no solamente afuera, sino también en su interior, porque el tiempo, ese que en ocasiones suele convertirse en un benévolo aliado, ahora, en medio de aquel gran aguacero, se divertía jugueteando con sus recuerdos. Norah no lograba comprender por qué razón lo hacía; sin embargo, eso era evidente. 

Dime Emiliano… “¿Por qué un día ya no supe si te amaba o te odiaba?” Aun no logro entender -en absoluto- cómo pasó todo… ¿Fuiste tú, acaso fui yo… o, realmente toda la culpa es de Joaquín? Se lo cuestionó internamente, sintiendo una gran soledad, mientras la lluvia empezaba a cambiar de dirección, del este hacia el oeste, dirigida por el viento.

Los distintos momentos que ahora recordaba, las preguntas y todas esas dudas, irremediablemente se mojaban, mas no podían borrarse, porque no eran un pequeño dulce, que un día, la lluvia diluyó. 

Todo eso que pasaba, la hacía sentir con gigantescas confusiones; sin embargo, continuó allí, viendo caer la lluvia bajo el pequeño techo de teja color marrón, que en días soleados, suele dar sombra a la puerta principal de su casa. Sabía con certeza que ya había pasado mucho tiempo desde el momento en el que ella, tan solo intentaba ser feliz al lado de sus pequeños hijos Benjamín y Ricardo… En lo que Emiliano, prudentemente se tomaba unas cuantas cervezas,  para luego jurar que la amaría por toda la eternidad. 

¿Y Joaquín?, bueno, él regresaba convertido en sombras mojadas que hacían acto de presencia dentro de esos ingratos recuerdos que esa noche insistían en molestarla. Para fortuna de todos, ella ya no era la misma de entonces, ya no era inocente, ahora, conocía bastantes secretos y el amargo sabor de la maldad.

Abruptamente, un inesperado ventarrón hizo girar esas grandísimas gotas de lluvia hacia ella, obligándola a entrar de prisa a su casa, para evitar el hecho de resultar completamente empapada con esa agua tan fría que caía del cielo, ya parecía ser más tarde… No obstante, faltaban milésimas de segundos para que el reloj marcara el inicio de un nuevo día. Era su hora acostumbrada de llegada de la galería Arte Toledo cuyo eslogan reza: “El aroma del arte” porque cuentan con servicio de cafetería, ofreciendo gran variedad de bebidas preparadas con granos de café como el café con nata, con naranja, con cajeta, el marocchino, el affogato de ensueño y muchos otros más. Dicho negocio, se encuentra  ubicado en la plaza Toledado, un lugar lujoso con locales amplios y elegantes que abarca una manzana completa en el centro de la ciudad. Norah solía acudir allí por las noches para vender sus cuadros pintados al óleo y algunas pequeñas acuarelas que los clientes de la cafetería anexa al lugar compraban para adornar algún largo pasillo, la cocina, una estancia, las recámaras e incluso, un pequeño pero funcional cuarto de planchado. 

Ya estando en el interior de su hogar, sin el menor peligro de mojarse, Norah continuó recordando distintas épocas de su vida hasta que la creadora de sus días se hizo presente. Al principio, llegó como un vago recuerdo que fue cobrando fuerza –progresivamente-, y entonces, esa reminiscencia se estacionó en el momento en que ella le dijo que si no le interesaba ejercer su carrera de licenciada en administración de empresas al menos se buscara una ocupación digna que le diera el suficiente dinero para justificar semejante decisión, -pero no esa que a ella tanto la apasionaba-, “¡porque date cuenta que pintar cuadros no es algo que dé para comer!” –Le repitió tajantemente en aquella ocasión. Por supuesto, Norah ignoró la dureza de su advertencia y resolvió hacer su santa voluntad.

Después de una hora, la intensa lluvia cesó, mas no su desesperanza, llevándola a encender con ilusión, una nueva veladora de amor, dedicada a Emiliano. Y viendo como esa reconfortante luz apenas nacía sobre aquella incipiente cera, sus pensamientos atraparon el recuerdo del inicio de una vieja carta de corte romántico, y entonces, visualizando la llama como la representación del espíritu de su amado –con voz tierna y amorosa-, le señaló su verdad:

-       Sé que no eres Diego Rivera ni yo Frida Kahlo, sin embargo, en una misiva amorosa escrita hace un montón de años, ella le dijo las siguientes palabras que ahora, yo repito para ti: “Mi amor, hoy me acordé de ti y aunque no lo mereces tengo que reconocer que te amo”. Y si, te sigo amando Emiliano, tal vez con la misma intensidad que ella lo amó cuando le escribió esa romántica carta. ¿Y sabes algo Emi de mi corazón?, todo se complicó en mi vida cuando recordé lo que el brujo Diego me dijo...

Si quieres saber lo que el brujo Diego le dijo, te invito a visitar el siguiente enlace:  

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