08/May/2024
Editoriales

La Invasión Norteamericana. 9a parte. El camino a Monterrey

Luego de que los futuros presidentes de sus respectivos países intercambiaron prisioneros, Mariano Arista hizo otra petición a Zachary Taylor debido a que no contaba con un hospital de sangre. Le solicitó que atendiera a los soldados mexicanos heridos en el hospital montado por el ejército norteamericano en la ribera norte del Río Bravo, y así se hizo, atendiendo a una costumbre de guerra de la época.  

 

A primera hora del día 12 de mayo de 1846 Arista reunió a su Estado Mayor, integrado por los generales: Ampudia, Requena, Torrejón, Jáuregui, García y Morlet, y el Coronel Uraga para decidir, ante la ausencia de órdenes superiores provenientes del altiplano, la mejor estrategia de defensa de los intereses nacionales. 

 

En la reunión hubo varias opiniones. Algunos pensaban que la ribera sur del Río Bravo no era defendible debido a las evidentes desventajas tecnológicas militares y que por ello se debía desalojar Matamoros; otros opinaban que se retiraran con honor, bajo el fuego enemigo. Sólo Torrejón deseaba pelear hasta que no quedara un solo mexicano. 

 

Niega Taylor un armisticio a Arista

La decisión final fue pedir a Taylor un armisticio mientras se organizaba la retirada ese medio día. Pero la respuesta de Taylor fue negativa y tajante: destrozaría al Ejército del Norte ‘sin dar cuartel, ni heridos’ es decir, acabaría con todos, tal como lo había hecho Santa Anna en El Álamo. Y ante semejante amenaza, Arista ordenó evacuar Matamoros. 

 

La tropa estaba lista y convencida de que eso era lo mejor, así que en el lapso de unas cuantas horas se inició la desocupación de Matamoros. A la mañana del día siguiente, el 13 de mayo, el Ejército del Norte salió de la Ciudad llevando sólo lo necesario, abandonando cañones, herramientas, y otros enseres de guerra. 

 
Es que los casi 400 soldados mexicanos heridos se quedaron en el hospital norteamericano -a los cuales se les hizo prometer que no tomarían las armas en contra de Estados Unidos-, y el diezmado ejército no tenía capacidad de carga para trasladar el parque, así que Arista dio la orden de inutilizarlo tirándolo al río.     

 

Todo el Ejército del Norte se movió a Linares, quedándose solo el general Antonio Canales (aquel de la República del Río Grande) en el norte de Tamaulipas con la misión de proteger la retaguardia, entreteniendo a los norteamericanos con una estrategia de guerra de guerrillas, cuando se pudiera.

 

Vale revisar un fragmento de “Apuntes para la Historia de la Guerra entre México y los Estados Unidos”, del autor José María Iglesias, en donde se evidencia cierto egoísmo de los mandos militares: 

 

…La imparcialidad nos obliga a decir en este lugar, que mientras un acopio considerable de parque quedaba abandonado; mientras se dejaban clavadas las piezas de artillería; mientras los infelices soldados tenían que ir cargando los calderos en que habían de hacer sus comidas, hubo varios generales que llevaban muchas mulas de carga con sus trenes (carretas), sus equipajes y cuanto podía servir para su comodidad y recreo… 

 

El camino a Linares era desértico

Arista decidió tomar el camino a Linares, punto intermedio entre Monterrey y Ciudad Victoria, pues se desconocía cuál era el siguiente objetivo del ejército norteamericano, pero la ruta seleccionada no pasaba por ningún poblado donde el ejército se pudiera abastecer, por lo que el cansancio, el hambre y la sed motivaron la deserción. 

 

Por su parte, Taylor ordenó reposo a su ejército, mientras recibía refuerzos, armas y parque, dejando afianzado el territorio de Texas y, una vez avituallado, emprendió a mediados de julio de 1846 el camino directo a Monterrey. 

 

Hasta los rumores provocaban crisis

En el lado mexicano había desánimo. Seis días después de haber salido de Matamoros, el 19 de mayo, en un punto llamado El Ebanito, Arista recibió la noticia de que supuestamente 300 efectivos de caballería enemiga les perseguían, y el pánico que causó ese posible ataque aumentó la deserción. 

 
Al día siguiente el Ejército del Norte acampó en La Nutria en un plan defensivo, quedando en vigilia todo el día 21 esperando el ataque de los norteamericanos. Esto nunca sucedió, infiriéndose que era sólo un rumor y que no había tal persecución. Así se continuó el camino a Linares y el Ejército mexicano fue gratamente sorprendido por un chubasco que permitió mitigar la sed.
 
 

Sin embargo, para el día siguiente la lluvia ya se había convertido en un grave problema, pues el terreno por el que transitaban era un lodazal impidiendo avanzar a los bueyes y las mulas. Ante esta nueva dificultad, muchos animales fueron sacrificados para alimentar a la tropa, y otros cayeron muertos del esfuerzo y falta de alimento. Algo parecido sucedió con los caballos de guerra y se “veían muchos dragones a pie cargando sus sillas”. 


     Se presentan diez casos de suicidios de soldados mexicanos

Por la tarde del día 22 de mayo, en un llano conocido como El Calabozo, más de 10 soldados se suicidaron, y no hubo descanso ni alimentos hasta el día 25 de mayo de 1846. Cuando llegaron a la hacienda de Vaquerías, algunos habían pasado siete días sin comer. 

 

Arriba Arista a Linares y, aún desgastado, envía refuerzos a Monterrey.  

El 28 de mayo llegaron a Linares en donde por fin pudieron descansar y alimentarse bien, pero la noticia de la derrota y el penoso estado del ejército se conocía por todo el país. Era vox populi el errático manejo de Arista, a quien todos culpaban de no haber rematado al ejército norteamericano cuando atacó por un flanco en Palo Alto y por ordenar a Mejía abandonar el sitio del fuerte Texas. 

 

Pese a ello, Mariano Arista envió al teniente coronel Zuloaga, con un batallón de zapadores y al teniente coronel Mariano Reyes a fortificar la plaza Monterrey. 

 

Sustituye Francisco Mejía a Mariano Arista

Sin embargo, el tres de junio de 1846 llegó por posta extraordinaria la remoción de Arista y el nombramiento del general Francisco Mejía, un moreliano nacido en 1822 que estudió farmacia, pero por relaciones de su padre fue invitado en 1841 a participar en la realización de la Cuenta Nacional, cuando Bustamante era el presidente. Y después de que Texas se anexó a la Unión Americana, en 1845 se reclutó voluntariamente. 


 En Monterrey había los dos extremos: gente mortificada y personas indolentes

Pese a la inminencia de la guerra, en Monterrey ciertamente había pánico entre la mayoría de la población, pero había quienes realizaban además de sus actividades cotidianas, algunas festivas, como el 12 de junio de 1846 que se autorizó una lotería -especie de casino al aire libre, donde se ponían diversos puestos de juegos de azar-: 

 
 

“Oficio que el Ayuntamiento dirige al Sr. Mayordomo de Propios de Monterrey, solicitando que ponga a disposición de los Señores Gutiérrez y Prado la cantidad de doscientos pesos que importa del presupuesto de gastos para el establecimiento de una lotería.” 

 
 

Mientras tanto, el presidente Paredes y Arrillaga, decidido a hacer la guerra hasta “que la última gota de sangre mexicana se derrame”, organizó un ejército en dos columnas: una al mando de Vicente Filisola, que salió el 28 de julio de 1846, y otra al mando de él mismo, pues había solicitado licencia para dirigir al ejército que salió el 3 de agosto de 1846; ambas columnas tomaron la ruta de San Luis Potosí a Matamoros. 

 

Y la presidencia de la República fue ocupada desde el 28 de julio de 1846 por el héroe de la Independencia Nicolás Bravo. 

 

Empero, el 4 de agosto se levantaron contra el gobierno Valentín Gómez Farías (federalista y rival de Santa Anna) y el general Mariano Salas (exrealista, aliado de Santa Anna, comandó una de las columnas en el Álamo) en La Ciudadela de la Ciudad de México (bodega de armas) contra el gobierno de Paredes y Arrillaga, basados en el rumor de que recurriría a España para luchar contra Estados Unidos, algo jamás probado; el plan decía en lo medular: 

 
 

 2.- Que de aquí han venido las continuas oscilaciones que han afligido al país hasta el extremo de que despedazado éste y después de haber agravado con estudio sus males exteriores, se han creído autorizados algunos espurios mexicanos para quererlo someter al más vergonzoso vasallaje, pretendiendo llamar un príncipe extranjero que lo gobierne con el título de monarca… 

Hemos venido en proclamar y proclamarnos el siguiente plan de verdadera regeneración para la República: 

Art. 1º.- En lugar del Congreso que actualmente existe, se reunirá otro compuesto de representantes nombrados popularmente, según las leyes electorales que sirvieron para el nombramiento del de 1824, el cual se encargará así de constituir a la Nación, adoptando la forma de gobierno que le parezca conforme la voluntad nacional, como también de todo lo relativo a la guerra con los Estados Unidos y a la cuestión de Texas y demás departamentos fronterizos. Queda excluida la forma de gobierno monárquico que la Nación detesta evidentemente. 

Art. 2º. - Todos los mexicanos fieles a su país, inclusos los que están fuera de él, son llamados a prestar sus servicios en el actual movimiento nacional, para el cual se invita muy especialmente al Excmo. señor general, benemérito de la Patria, don Antonio López de Santa Anna, reconociéndolo desde luego como general en jefe de todas las fuerzas comprometidas y resueltas a combatir porque la Nación recobre sus derechos, asegure su libertad y se gobierne por si misma” 

 
 

Las tropas de Filisola y de Paredes se unieron al motín de La Ciudadela, dejando a los generales solos; Francisco Mejía y el Ejército del Norte se quedaron sin refuerzos, ni recursos convirtiéndose en una carga para el pueblo de Linares. 
 

Bajo el mando de Mejía, el Ejército del Norte marchó hacia Monterrey, pasando por Montemorelos y luego por Cadereyta Jiménez desde el 12 hasta el 21 de julio. Mejía tomó la decisión de esperar al ejército norteamericano en Marín donde lo enfrentaría en campo abierto antes de que llegara a Monterrey, mientras llegaban refuerzos de todas partes del País. 


 Regresa Santa Anna al protagonismo político 

Como vimos anteriormente (7ªparte) Antonio López de Santa Anna, tras su derrota en Texas y controvertida participación en la Guerra de los Pasteles, estaba auto exiliado en el Caribe. Estando bloqueado el Puerto de Veracruz por la flota norteamericana, Santa Anna sorprendentemente pudo desembarcar. Veamos parte de la comunicación del comandante norteamericano del Bloqueo a Veracruz y el ministro de Estados Unidos de guerra en el que notifica que dejó desembarcar a Santa Anna: 

 
 

A/B del "Princeton", (Isla de) Sacrificios (Veracruz), Agosto 16 de 1846. 

Señor: 

El bergantín de guerra "Daring", que está a punto de zarpar para Nueva Orleans, con despachos del Ministro Inglés en México para el señor Packenham en Washington, me proporciona la oportunidad y me da tiempo para informar a usted que el General Santa Anna y sus oficiales acaban de llegar a Veracruz en el vapor mercante inglés "Arab", procedente de La Habana. Le he permitido entrar sin molestias y sin siquiera ponerme al habla con el barco, aunque estaba yo informado de su llegada por el Oficial Naval Inglés en Jefe de aquí, Capitán Lambert; el barco no llevaba carga ni debía permitírsele tomar ninguna de regreso. Habría yo podido fácilmente abordar al "Arab", pero creí más conveniente no hacerlo, permitiendo que apareciera como si hubiese entrado sin mi permiso. Es ya casi seguro que todo el país -esto es, las guarniciones de todas las ciudades y fortalezas-, se han declarado en su favor. Pero a menos que haya aprendido algo útil en la adversidad y se haya convertido en otro hombre, lo único que hará es aumentar el desorden del país y será echado del Poder en menos de tres meses. 

Por fin el refuerzo está para llegar. No han llegado ningunos barcos con carbón. Se necesitarán aquí barcos con carbón para abastecer a los pequeños vapores, pues sin él serán de muy poca utilidad. 

Respetuosamente, su obediente servidor, 

D. Conner, Comandante de la Escuadra Nacional. 

Al H. George Bancroft, Secretario de la Marina 

 
 

Al mismo tiempo el Congreso restablecía la constitución de 1824: 

 

El señor general en jefe, en ejercicio del supremo poder ejecutivo, se ha servido dirigirme el decreto siguiente: 

José Mariano de Salas, General de brigada y en jefe del ejercito libertador republicano, en ejercicio del supremo poder ejecutivo, á todos los que el presente vieren, sabed: Que en consecuencia al estado en que se halla la República, he tenido á bien decretar lo que sigue: 

Art. 1. Mientras se publica la nueva Constitución, regirá la de 1824, en todo lo que no pugne con la ejecución del plan proclamado en la Ciudadela de esta capital el día 4 del presente mes, y lo permita la excéntrica posición de la República. 

2. No siendo compatible con el Código fundamental citado, la existencia de las asambleas departamentales y del actual Consejo de gobierno, cesarán desde luego en el ejercicio de sus funciones. 

3. Continuarán, no obstante, los gobernadores que existen, titulándose: "de los Estados", con el ejercicio de las facultades que á estos cometían las Constituciones respectivas. 

4. Los gobernadores de los Departamentos nuevos que carecen de Constitución particular, nombrarán el ejercicio de sus funciones por las del Estado cuya capital esté más inmediata. 

5. Como los funcionarios de que tratan los artículos anteriores no tienen hoy un título legítimo, se declara que solo deben su existencia al movimiento político que va á regenerar á la nacion; y consiguientemente, siempre que al interes de la misma convenga, podrá remplazarlos el general en jefe encargado del poder ejecutivo general. 

 

Por tanto, mando se imprima, publique, circule y se le dé el debido cumplimiento. Palacio nacional de México, á 22 de Agosto de 1846.-José Mariano de Salas.-A D. José María Ortiz Monasterio. 




Se enrarece más el ambiente político con los nombramientos 

de presidente y vicepresidente.

Y luego para complicar las cosas en el Poder Ejecutivo, el Congreso nombró presidente de la Federación a Antonio López de Santa Anna y vicepresidente a Valentín Gómez Farías, acérrimos enemigos; el congreso autorizó a Santa Anna dirigir al ejército y Valentín Gómez Farías ejerció la Presidencia. 

 

Llegan tropas defensoras a la Ciudad de Monterrey

La Ciudad de Monterrey no contaba con cuartel fijo. Algunas veces se utilizaba el abandonado Palacio de Guadalupe (el Obispado); el “Nuevo hospital” inconcluso (el Colegio Civil); y otras ocasiones predios particulares o municipales: aquí vemos que para el 12 de agosto de 1846 ya había tropas acuarteladas en la ciudad. 

 

Oficio que la Tesorería del Departamento de Nuevo León dirige al Sr. Alcalde 1º de esta Capital, que trata sobre las rentas de los cuarteles que ocupan en esta ciudad las Tropas del Ejército del Norte. Firma Antonio de Llano. 

 

Destituye Santa Anna a Mejía y nombra a Ampudia

Mientras tanto Monterrey empezaba a ser fortificada por si el ejército mexicano era vencido  en el hipotético campo de batalla de Marín.  

 
 

Pero Santa Anna como nuevo comandante del Ejército Nacional destituyó a Francisco Mejía como jefe del Ejército del Norte para nombrar en su lugar a su hombre de confianza Pedro de Ampudia, quien cambió la estrategia y en lugar de elegirse un campo de batalla ofensivo en Marín decidió una estrategia defensiva en Monterrey. 

 

El horror de la guerra se acercaba a nuestra Ciudad, y sus habitantes debían prepararse. 

Continuará…

 
 

FUENTES 

Misceláneo V 22 Exp 2 folio 9; v 22, exp 14, folio 15 

Vicente Riva Palacio y otros, México a través de los Siglos, Editorial Cumbre, 1983, todos VII y VIII.    

Carlos María de Bustamante, El Nuevo Bernal Díaz del Castillo, Fondo de Cultura Económica, 1994.    

Lucas Alamán, Historia de México, Editorial Jus, 1990, tomo V.   

Leopoldo Espinosa Benavides, Un Imperio Venido a Menos, editorial Porrúa, 2014   

José María Iglesias y otros, Apuntes para la Historia de la Guerra entre México y los Estados Unidos, Conaculta, 2005.    

Leopoldo Espinosa Benavides, El Separatismo Mexicano, Editorial Porrúa, 2016