Filis, hija de Sitón, rey de Tracia, conoció al joven Acamante cuando era huésped de su padre por motivo de que el barco que comandaba había naufragado después de la guerra de Troya. Este Acamante era valeroso y audaz, por lo que Filis se enamoró de él. Se casaron pero Acamante tenía que irse para arreglar algunos asuntos en Atenas y ella le dio su consentimiento regalándole una cajita pero le pidió que nunca la abriera. Acamante le agradeció el regalo (esto es inexplicable pues si no la iba a abrir de nada le servía) y partió, pero al poco tiempo se olvidó de su esposa. En cambio, Filis mantuvo firme el recuerdo de Acamante y todos los días iba a la playa para ver si divisaba el barco de su amado.
Al ver que pasaba demasiado tiempo, desilusionada, se mató (para ser acorde con las famosas tragedias griegas).
Por su parte, Acamante ya se había casado con otra, pero ese mismo día que murió Filis, se le antojó abrir la cajita.
Del pequeño recipiente salió un espectro horrible y asqueroso que asustó no sólo a Acamante sino a su caballo que tumbó a su amo, quien cayó sobre su propia espada y se mató.
Hay varias versiones de esta historia mitológica, y en una de ellas dice que en el ínterin Filis sucedió a su padre en el trono de Tracia. Si ese fuera el caso, con lo falso que era Acamante, y si se hubiera enterado, seguramente que sí habría regresado.