25/Apr/2024
Editoriales

Así se gobierna

El 20 de agosto de 1850 nació en Guadalajara, Jalisco, un nuevoleonés ilustre. ¿Dije nuevoleonés? ¡Claro que sí­! Pues aunque no nació aquí­, es uno de los personajes que más ha hecho por esta tierra. El general Bernardo Reyes participó en la construcción del Nuevo León moderno, dirigió los destinos del Estado durante más de dos décadas, fomentó la industrialización y la educación, promovió la Ley sobre accidentes del trabajo, construyó edificios como el Palacio de Gobierno, abrió las avenidas Unión y Progreso, que actualmente llevan los nombres de Madero y Pino Suárez y mantuvo la paz.

Su labor al frente del gobierno de Nuevo León lo hizo destacar a nivel nacional. Cuando el Presidente Porfirio Dí­az visitó Monterrey en el mes de diciembre de l898, participó en un banquete que en su honor se ofreció, el dí­a 20, en el Teatro Juárez. Ahí­ elogió al general Reyes en estos términos:

"...Y después de estudiar detalladamente los grandes beneficios que bajo su inteligente y acertado mando alcanzó este bravo, inteligente y laborioso Estado, considero justo decirle, condensando todos los elogios que me inspiran sus obras: General Reyes, así­ se gobierna; así­ se corresponde al soberano mandato del pueblo".

La popularidad de Reyes creció notablemente. El trabajo estaba rindiendo sus frutos. Tení­a el reconocimiento del pueblo nuevoleonés y del Presidente de la República. Reyes habí­a sido designado Gobernador provisional de Nuevo León el l2 de diciembre de l885. Para entonces, contaba ya con una importante carrera militar que habí­a iniciado a los l4 años de edad cuando luchó en Michoacán contra los imperialistas. Era el año de l864. El Presidente Benito Juárez estaba en Monterrey y Maximiliano llegaba a México.

Tení­a l7 años de edad cuando tomó parte en el sitio de Querétaro. El l4 de marzo de l867 recibió una herida de sable mientras serví­a en el Cuerpo de Lanceros de Jalisco. El primero de abril de ese mismo año sufrió una herida en la pierna izquierda. Presenció la rendición de Maximiliano ante el General Mariano Escobedo, el l5 de mayo en Querétaro. Participó en otros hechos militares en Sinaloa, Zacatecas, San Luis Potosí­ y Tamaulipas.

Llegó a Monterrey como jefe de operaciones militares en el año de l885. Aquí­ habrí­a de llevar a cabo una de las tareas más notables que se hayan realizado en la historia del Estado. Por otra parte, aquí­ nació --el l7 de mayo de l889-- su hijo Alfonso, quien habrí­a de llegar a ser una de las figuras literarias más importantes y a quien se le llamó Regiomontano Ilustre y Mexicano Universal.

En Nuevo León, el general Reyes empezó por neutralizar el poder que tení­an los generales Jerónimo Treviño y Francisco Naranjo, así­ como Genaro Garza Garcí­a. Don Bernardo ejerció el poder en Nuevo León hasta el año de l909.

Entre sus objetivos figuraban el de dar a Nuevo León paz y progreso permanentes. Inició una serie de mejoras públicas, promovió la educación y fomentó la industrialización. La figura del general Reyes ha sido poco estudiada por nuestros historiadores. A nivel nacional, una importante empresa ha participado en la elaboración de los í­ndices de su amplia correspondencia que se encuentra archivada en la Capilla Alfonsina. La destacada historiadora Josefina Moguel ha estudiado ampliamente este archivo. En los últimos tiempos, historiadores de otros Estados y de la propia Capital de la República, se han interesado en su vida y su obra.

Sin embargo, la mejor biografí­a del general Reyes es la elaborada por el historiador norteamericano E. Ví­ctor Niemeyer Jr. Se trata de un estudio serio, basado en documentación de primera mano. En ella, Niemeyer nos presenta al general Reyes, de cuerpo entero, con sus defectos y virtudes: "En la historia de Nuevo León –dice--, comenzando desde su primera fundación por Luis de Carvajal en l583, ningún perí­odo es más importante, ni más digno de estudio que la larga y progresiva administración (l889-l909) de Bernardo Reyes, tapatí­o de nacimiento pero nuevoleonés por adopción. Bajo él Nuevo León se convirtió en el Estado mexicano más progresista, y Monterrey, su capital, se transformó de una ciudad desierta, lánguida, en un centro industrial, el Chicago de México."

Personalmente, el general Reyes se dedicó a promover la industrialización de Monterrey. La primera concesión le fue otorgada al inglés Juan R. Pierce. Luego vinieron los hermanos Guggenheim, quienes no pudieron llegar a un acuerdo con el gobernador de Coahuila, y se trasladaron a Monterrey. Por aquel entonces, apareció también la figura de J. A. Robertson. Así­ llegaron a Nuevo León numerosas fábricas. Hacia fines del siglo XIX, la ciudad de Monterrey manifestaba una positiva transformación. Y esta se debí­a en gran medida a las facilidades otorgadas por el gobierno de Reyes. Mucho se puede decir acerca del tiempo que el general Reyes gobernó al Estado. Sin embargo, ello requerirí­a de un espacio mayor.

Con la muerte del Ministro de la Guerra, Felipe Berriozábal, el ocho de enero de l900, Reyes entró de nuevo en la escena nacional, al ser nombrado para sucederlo. La gran popularidad que Reyes adquirió, era una amenaza para el Presidente Dí­az, quien vio en el Ministro de la Guerra a un posible aspirante a la Presidencia. Por otra parte, eran evidentes las diferencias de Reyes con el Ministro de Hacienda Limantour. El General Reyes presentó su renuncia el 22 de diciembre de l902 y regresó a su puesto de Gobernador de Nuevo León.

Sin embargo, la popularidad del general Reyes siguió creciendo y para el año de l909 era una de las figuras más queridas en el paí­s. El pueblo mexicano querí­a cambios. Estaba cansado ya de la dictadura del general Dí­az, quien habí­a envejecido en el poder. Reyes tení­a la capacidad necesaria para sucederlo. Dí­az significaba el pasado, Bernardo Reyes, la esperanza.

En la "Oración del Nueve de Febrero", Alfonso Reyes recuerda el momento: "Otro hubiera aprovechado la ocasión tan propicia. ¡Oh, qué mal astuto, oh qué gran romántico! Le daban la revolución ya hecha, casi sin sangre, ¡y no la quiso! Abajo, pueblos y ejércitos a la espera, y todo el paí­s anhelante, aguardando para obedecerlo..."

Aquel México de l909 era reyista. Sin embargo, la lealtad de Reyes hacia Dí­az y su indecisión, hicieron que el reyismo fuese muriendo. Aquel año de l909 fue el de la gran inundación de Monterrey y el del destierro de don Bernardo en una misión militar en Europa. Cuando regresó a México en el año de l9ll ya era tarde. El paí­s estaba en plena revolución. El reyismo ya no era el mismo de l909. A partir de ese momento, la vida del general Reyes se desarrolla en una serie de constantes fracasos. A pesar de que Francisco I. Madero le ofreció designarle Ministro de Guerra, esto no fue posible debido a las protestas de los maderistas.

El general Reyes se trasladó a los Estados Unidos, de donde regresó para enterarse de que ya no contaba con el apoyo que él creí­a. Fue entonces cuando se entregó en aquella noche triste de Linares a su antiguo colaborador Plácido Rodrí­guez. Fue llevado a México e internado en la prisión de Tlatelolco, de donde salió el fatí­dico nueve de febrero de l9l3 –mañana se cumplen 103 años--, para morir al intentar tomar el Palacio Nacional. Así­ recuerda aquel instante su hijo Alfonso: "Cuando la ametralladora acabó de vaciar su entraña, entre el montón de hombres y de caballos, a media plaza y frente a la puerta de Palacio, en una mañana de domingo, el mayor romántico mexicano habí­a muerto."