02/May/2024
Editoriales

La necesidad es la madre de la invención

Muchas personas cuando están en medio de problemas se ponen nerviosas, se acalambran o quedan paralizadas. 

Pero la mayoría se sublima, porque no acepta ni permite que los problemas le ganen. 

Un buen ejemplo de esto es el pintor francés Claude Monet (1840 – 1926) quien siempre vivió entre problemas financieros, como es usual entre los artistas, pues antes de ser pintor, dibujaba caricaturas, oficio que entonces no era muy bien remunerado. 

Sin embargo, Monet tuvo un día la suerte de sacarse 100 mil francos en la Lotería Francesa, lo que le permitió viajar por la campiña de su país haciendo lo que le apasionaba: pintar paisajes. 

Cuando cumplió 68 años comenzó a aplicar colores más intensos en sus obras, inaugurando un nuevo movimiento pictórico que muy pronto tuvo muchos adeptos. 

Pero este fenómeno pictórico tuvo su origen en un problema de salud que Monet sufría. 

Sus cansados ojos comenzaron a mermar su eficiencia a causa de un par de cataratas diagnosticadas perfectamente por su oftalmólogo que Monet nunca se decidió a que se las operaran. 

Su deficiencia en la apreciación de los colores le hizo reaccionar con tonos más vivos en sus cuadros, y conforme avanzaba el problema en sus ojos, más tintes fuertes aplicaba al lienzo.

Claro que todos los amantes de la pintura salimos ganando, pues disfrutamos más el arte del afamado impresionista que con su obra ‘Impresión Sol Naciente’, bautizó como Impresionismo esa maravillosa escuela de pintores de la talla suya, como Pierre-Auguste Renoir y Edgar Degas