04/May/2024
Editoriales

Extrañamos a Lady Di

Diana Frances Spencer nació en 1961 fue hija de un conde y descendiente de la alta aristocracia de Inglaterra. La referencia social era que Sara, su hermana mayor, salía con el príncipe Charles, heredero del trono, y cuando ella declaró que nunca se casaría con el príncipe, su noviazgo terminó, pero antes Sara se cercioró de que Charles conociera a Diana, su hermanita menor, quien tenía 19 años. 

La escandalosa prensa de Londres especializada en notas sociales cubría con cierta frecuencia las apariciones de la bella Diana, quien pronto cultivó una sonrisa tímida pero cautivadora, ganándose el mote de ‘Shy-Di’, que podría traducirse ‘Tímida Di’.

Charles invitó a salir a Diana y se convirtieron en novios hasta que en 1981 le propuso matrimonio y se casaron en la llamada Boda del Siglo, transmitida en vivo a todo el mundo el 29 de julio de 1981. Eran la pareja ideal, que conquistó los corazones de los ingleses, sobre todo cuando nacieron William y Harry, el primero de ellos es el príncipe heredero.

Sin embargo apenas acababa esa década cuando se filtró desde el mismísimo palacio de Buckingham el rumor de que en la familia real rondaba la infidelidad. Se decía que Charles seguido se entrevistaba en privado con su ex amante de juventud, Camila Parker-Bowles, quien había asistido a la boda del siglo vestida de blanco. Y un par de años después  se filtró que Diana también tenía una relación tormentosa con el oficial de caballería James Hewitt. 

En 1992 se supo que la pareja real vivía separada, y en 1995 Diana confesó que efectivamente había descubierto la relación de Charles con Camilla  y que ella se había entrevistado con el oficial Hewitt, y que ella sólo quería ser “la reina del corazón de la gente”. La reacción no se hizo esperar, pues llegó la orden directa de la reina Isabel: divórciense. Así lo hicieron fijando las condiciones: Diana compartiría la custodia de los niños y recibiría una renta anual de 26.5 millones de libras esterlinas, más el uso de un departamento de cinco recámaras en el palacio de Kensigton, y ya no sería Su Alteza Real, sólo Diana, la princesa de Gales. 

La agenda de Lady Di continuó llena de compromisos a favor de las causas que había encabezado cuando era parte de la familia real: contra el cáncer de mama, SIDA, abuso de niños, etcétera. En verano de 1977 inició un romance con un rico egipcio dedicado a negocios internacionales y a dirigir películas, llamado Emad (Doli) Al-Fayed, pero a sólo seis semanas de relación, ambos murieron en un accidente automovilístico en una curva de uno de los túneles que atraviesan el Sena, en París. 

El mundo se le fue encima a los “paparazzi” que supuestamente asediaban a Diana y el chofer de Doli tenía instrucciones de acelerar para evadirlos, pero llegó el accidente y quedaron los dos novios destrozados. Sin embargo, algunas cosas no cuadran bien en esa versión, como que ambos no llevaban puesto el cinturón de seguridad que pudo salvarles la vida, así como que ella había declarado antes que temía por su vida.  

Luego de un extravagante servicio fúnebre en la abadía de Westminster, Lay Di fue llevada a su última morada en el centro de un tranquilo lago ornamental en la finca de la familia Spencer, a unas setenta millas al norte de Londres, cerca de Northamton. Nadie puede visitar su tumba, pues está prohibido por la familia Spencer.

Hoy, a la muerte de Isabel II, el príncipe Carlos ya de 75 años, es el rey Carlos III y Camila a sus 76 años, es la reina consorte del Reino Unido, y de catorce reinos más que configuran la Mancomunidad de Naciones.

Pero el carisma y belleza de Diana de Gales -quien debió ser la reina consorte hoy tendría 62 años de edad- hace que el mundo la añore con sus gestos de humildad como cuando iba a ayudarle a la Madre Teresa a beneficiar gente humilde.