19/Apr/2024
Editoriales

El tren de la vida

 

La vida es una especie de viaje por tren: se trata de embarques y desembarques, accidentes, sorpresas agradables y profundas tristezas. Al nacer, nos subimos al tren y nos encontramos con algunas personas que quisiéramos tenerlas viajando siempre con nosotros.

Lamentablemente no es así. Ellos se bajarán en alguna estación dejándonos huérfanos de su amor, amistad e irreemplazable compañía; pero se subirán otras personas también agradables. 

De entre ellas habrá quienes viajen sólo por el simple deseo de hacerlo, otras en cuyo trayecto encontrarán solamente tristeza en el viaje, y habrá otras que, arriba del tren, estarán siempre listas para ayudar a quien lo necesite.

Muchos al bajar dejan una añoranza permanente; otros pasan tan desaperci -bidos que ni siquiera nos damos cuenta que desocuparon el asiento.

Es curioso constatar que algunos pasajeros, los que queremos más, se acomodan en vagones distintos al nuestro.

Por ello hacemos todo el trayecto separados de ellos. Desde luego, esto no impide que durante el viaje, recorramos aunque sea con dificultades, otros vagones del tren para lleguar a ellos, pero lamentablemente, ya no podremos sentarnos a su lado pues habrá otra persona ocupando ese asiento.

Pero eso no debe importarnos; el  viaje  se disfrutará de ese modo; siempre está lleno de desafíos, sueños, fantasías, esperas y despedidas, aunque sepamos que no tiene regreso. 

De tal forma que, suceda lo que suceda, como no podemos definir ni el itinerario del tren, debemos hacer el viaje de la mejor manera posible. 

Tratemos de relacionarnos bien con todos los pasajeros, buscando de cada

uno, lo mejor. Recordemos siempre que en algún momento del trayecto ellos podrán titubear y precisaremos entenderlos, pues nosotros también titubeamos  muchas  veces, y esperamos que nos comprendan.

El gran misterio de este hermoso viaje es que nunca sabremos en qué estación nos bajaremos, mucho menos en cuál bajarán nuestros compañeros, ni siquiera el que está sentado en el asiento de al lado.

No se si cuando baje del tren, sentiré nostalgia; creo que sí.

Porque separarme de algunos amigos que hice durante el viaje será doloroso.

Dejar que mis hijos sigan solitos, será muy triste.

Pero  me aferro a la  esperanza de que, en algún momento, llegaré a la

estación principal y tendré la gran emoción de verlos llegar con un

equipaje que no tenían cuando embarcaron.

Esto que me hace feliz porque pensaré que en algo colaboré para que su equipaje creciera y se hiciera valioso..... 

 

Anónimo