03/May/2024
Editoriales

La anestesia médica

 

El médico norteamericano Crawford Williamson Long operó en marzo de 1842 a un paciente bajo los efectos de la anestesia conocida como éter. De ahí en adelante el uso de anestésicos en las intervenciones quirúrgicas es necesario para que el dolor no sea obstáculo para las cirugías. Después apareció el óxido nitroso que da buenos resultados, sólo que genera un estado eufórico y de excitación.

 Otro médico llamado William Morton aplicó esa anestesia para extirpar un tumor del cuello de un enfermo sin que le doliera la operación, y de inmediato se supo,  por lo que el éter se convirtió en herramienta indispensable de los anestesiólogos. 

 Al principio se ponían unas gotas de éter o cloroformo en alguna almohada que aspiraba el paciente y en 1850 ya se inyectaba en la vena. 

 

 Anestesia viene del griego significando insensibilidad o carencia de los sentidos. El antecedente más lejano documentado es en 1275, que el médico español Ramón Llull descubrió una sustancia que le llamó “vitriolo dulce”, y no fue sino hasta 1722 que se descubrió el óxido nitroso, que el químico inglés de origen alemán August Frobenius le llamó éter. Entre los investigadores científicos, Paracelso, usaba en pollos “El vitriolo dulce” y los animalitos se dormían sin darse cuenta cuando se les pinchaba. Actualmente se ha mejorado no sólo los químicos que se suministran al paciente que será operado, sino también se tiene estudiados los efectos secundarios que provoca en el corazón el ingreso repentino de la anestesia. Hay quienes la rechazan, pero son la excepción, pues la gran mayoría hemos probado esa somnolienta sensación de estar anestesiado antes de alguna intervención quirúrgica.