02/May/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

Marzo 21 de 1811: prenden en Acatita de Baján, municipio de Castaños, Coahuila, a Miguel Hidalgo y a los más importantes insurgentes, así como a casi todo su ejército, cuando buscaban refugiarse de las fuerzas realistas y a comprar armamento que les permitiera continuar la lucha por la independencia mexicana. Los patricios buscaban la forma de guarecerse tal vez en San Antonio de Béjar, Texas, y habían hecho en Saltillo una escala para descansar y alegrarse un poco, pues la moral de sus tropas estaba caída por la estrepitosa derrota sufrida a manos de Félix María Calleja en la batalla de Puente Calderón, cerca de Guadalajara. Estaban descansando y tomando agua en Acatita de Baján, debido a que un día antes, José María Uranga les había llevado el mensaje del “judas” Ignacio Elizondo, diciéndoles que en ese lugar podrían reposar sin peligro, ya que él y su gente los protegerían. Incluso les recomendó que fueran adelante de su tropa Hidalgo, Allende, Aldama, Jiménez y el gobernador de Nuevo León, Manuel de Santa María, porque la gente los recibiría con loas y honores. Cayeron en la trampa de Elizondo, pues los realistas estaban esperándolos y prendieron primero sin mayor problema a Hidalgo que llegó antes, y al llegar Allende, lo instaron a rendirse pero éste se defendió, sólo que al intentar sacar su arma, mataron a su hijo Indalecio, con lo que Allende ‘se acalambró’ y lo apresaron.

Al ver a sus jefes detenidos, la tropa se rindió. Atrás habían quedado los esfuerzos de este valiente grupo de mexicanos que tomaron la Alhóndiga de Granaditas en septiembre anterior, y luego marcharon rumbo a la ciudad de México y en el camino derrotaron a los realistas en la exitosa batalla del Monte de las Cruces. Se olvida a veces que, a finales de octubre, un triunfante y optimista Mariano Jiménez fue a hablar –a nombre de Hidalgo- con el virrey Venegas de Saavedra para instarlo a que entregara la plaza de la ciudad de México sin derramar sangre, pero nada consiguió. Lo que sí es inolvidable, es el error que cometieron los insurgentes y les costó la derrota, de que, en vez de tomar la ciudad de México, dado que su ejército ya era de 80 mil hombres, recularon inexplicablemente a los Altos. Por cierto, días después, el 7 de noviembre, hubo un topetón entre los dos ejércitos en Aculco, de donde salió victorioso el realista, por lo cual los insurgentes se dividieron, Hidalgo se fue a Guadalajara y Allende a Guanajuato, pero éste se encuentra de nuevo con Calleja y vuelve a ser derrotado. Ante ese nuevo fracaso, Allende se une otra vez a Hidalgo y juntos pelean en Puente Alvarado tan sólo para morder el polvo una vez más frente a Calleja, lo que acaba de distanciarlos al uno del otro por diferencias en los criterios militares. Ya presos en Acatita de Baján los grandes iniciadores de la guerra de independencia, fueron llevados a Monclova, y luego a Chihuahua, en donde les juzgaron sin darles las mínimas consideraciones y de forma irregular los fusilaron a todos. Esta fecha es memorable por este acontecimiento que marca el fin de la vida de los padres de la patria.