06/May/2024
Editoriales

La triste historia de un nopal

El ingeniero Pascual Oritz Rubio fue un buen profesionista que, sin embargo, alcanzó el llamado ‘Principio de Piter’ al llegar a la Presidencia de la República. Esta tesis se basa en que quienes tienen buen desempeño en su puesto van ascendiendo la escalera del poder hasta que llegan a un nivel en el que muestran una absoluta incapacidad; algo similar les ha sucedido a excelentes deportistas -como los boxeadores que son muy buenos- pero al subir de categoría por aumentar de peso, compiten en otra en la que tienen un rendimiento pésimo. 

Ortiz Rubio fue diputado federal, gobernador de Michoacán, secretario de comunicaciones y obras públicas, y embajador de México en Alemania y en Brasil. En todos esos puestos siempre mostró capacidad y buen temple.

Estando de embajador en Brasil POR fue llamado para ser el candidato presidencial por el Partido Nacional Revolucionario, creado por Plutarco Elías Calles, compitiendo con José Vasconcelos del Partido Nacional Antirreeleccionista. Desde luego que Ortiz Rubio se alzó con la victoria electoral aunque con acusaciones de fraude electoral, pero eso no impidió que fuera declarado Presidente Electo. Y en esa calidad, Pascual Ortiz Rubio tomó protesta el 5 de febrero de 1930 y, al término del acto oficial, fue víctima de un atentado a balazos en el que no murió, sin embargo quedó herido y hubo de permanecer en su alcoba del Castillo de Chapultepec.

En el interin, quedó en forma extraoficial al mando del Gobierno de la República, el Jefe Máximo del Partido de la Revolución, Plutarco Elías Calles, quien consolidó en ese tiempo el llamado ‘Maximato’.

Los hechos fueron más o menos así: Luego del brindis posterior al acto de toma de posesion como Presidente,  en el Palacio Nacional, Pascual Ortiz Rubio, acompañado de su esposa y de una sobrina, abordaría el automóvil que les llevaría a su domicilio. Pero llegando apenas al patio principal apareció un tipo (Daniel Flores González) que disparó una pistola al interior del automóvil. La esposa de Pascual recibió un tiro arriba de la oreja izquierda, el proyectil rebotó y le pegó a Ortiz Rubio en la mandíbula derecha, y a la sobrina le hirieron los vidrios rotos por la bala.

Luego de la atención médica estuvo tres semanas oculto en el Castillo de Chapultepec, así como sus dos familiares. Todos se recuperaron en ese lapso, pero Don Pascual quedó traumado con un delirio de persecución muy acentuado.

Así que aún reincorporándose a su puesto de Presidente, el que continuaba gobernando de facto era Calles, quien desde su domicilio cercano al Castillo, en la colonia Anzures, dictaba todo tipo de órdenes políticas y administrativas.

Claro que esto era un tema público y el ingenio de los mexicanos no se hizo esperar, pues un buen día amanecieron los muros de Chapultepec pintarrajeados con la siguiente frase: ‘Aquí vive el presidente, y el que manda vive enfrente’. En esa virtud, en 1932 Ortiz Rubio mejor renunció a la presidencia de México, entregándole los bártulos del gobierno federal a Abelardo L. Rodríguez. Como corolario de la actuación de este buen funcionario e insípido presidente, la gente le apodó El Nopal, nuestro sabroso alimento campirano que entre sus muchas propiedades buenas para la salud, tiene un aspecto baboso.