07/May/2024
Editoriales

Arte y Figura 27 12 23

Continuamos con Libro “La Tauromaquia en México” por Antonio Navarrete.

El empeño a pie

 

El sirviente es incapaz de reanimar al caballo, probablemente herido de muerte. El caballero se encuentra inerme en tierra. Ha perdido la lanza y esta a merced del toro. No hay más que enfrentarlo con igual o más valor y nobleza que la suya

 Para ello, desenvainan el arma defensora de las causas más honrosas, en este caso la vida y el linaje. La espada, que no puede mostrarse sin motivo ni guardarse con deshonra, sirve para continuar el afán de matar al toro, una fuerza de la naturaleza voluntaria y gratuitamente desafiada. El espíritu heroico, propio de los caballeros medievales, ha llegado hasta el Renacimiento, época de cambios, descubrimientos y conquistas.

 De hecho, los ideales caballerescos llegan a la Nueva España, para enfrentarse a otros sentimientos no menos valerosos y heroicos, aquellos caballeros águila y los caballeros tigre.

 El empeño a pie significa la lucha a cuerpo limpio, la espada contra los pitones, igual que poco antes el acero contra la obsidiana.

 De este modo como de la tauromaquia producen nuevos ecos, en aquel lejano, pero siempre controvertido siglo XVI.

 

Perros mastines en el ruedo

 

Con el ganado vacuno, ovino y caballar, vinieron a la Nueva España una gran cantidad de otros animales, para diversos usos, entre ellos, el perro mastín español.

 A la inversa, fueron llevados a Europa animales fabulosos como los loros, único pájaro parlante, los perros más pequeños que se conocen, de raza Chihuahua, y los “izcuintl”, sin pelo, de exquisita carne comestible, que tenían la representación terrestre de la divinidad “Xototl”, encargada de guiar las almas de los muertos a su destino final en la religión indígena.

 Pues bien, los mastines, además de cuidar de sus amos en situaciones comprometidas con los nativos, siempre indómitos, eran usados durante los primeros años de la tauromaquia mexicana para azuzar la bravura de los toros que no acometían a los caballeros a entra satisfacción para lograr un lúcido espectáculo público.

 Esta costumbre taurina, de rancia tradición, fue continuada en ambos países durante muchos años, habiendo inspirado a Don Paco, el de los toros, uno de sus inmortales aguafuertes.

 

 Continuará… Olé y hasta la próxima.