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Nuevas armas rusas anulan defensa antimisiles de la OTAN: Prof. Cohen

Stephen Cohen, profesor emérito de Estudios Rusos en la Universidad de Nueva York, publicó en la revista The Nation un resumen de lo que dijo en su presentación en el programa de John Batchelor el martes 6 de marzo, en donde argumenta que la última parte del discurso del Presidente Vladimir Putin del 1 de marzo, en donde dio a conocer las nuevas armas estratégicas que ha desarrollado Rusia desde que Estados Unidos abandonó el Tratado ABM (antimisiles balísticos) en 2002, estuvo dirigido francamente a Estados Unidos. “La cuestión global que planteó Putin fue que Rusia ha desbaratado el esfuerzo de dos décadas de Washington para conseguir una superioridad nuclear sobre Rusia, y de ese modo conseguir una capacidad para dar el primer golpe nuclear contra Rusia”, señala Cohen.

 

Cohen ofrece un esquema detallado de la historia de los tratados de control de armamentos, de donde surgió el concepto de Destrucción Mutua Asegurada (MAD, en sus siglas en inglés) que se convirtió en una fuerza un tanto estabilizadora y que quedó anulada con el fin de la Guerra Fría y el esfuerzo de Estados Unidos y la OTAN por alcanzar una superioridad estratégica. En ese proceso, fue decisiva la decisión de Estados Unidos de abandonar en 2002 el Tratado ABM de 1972. “Todas las nuevas armas nucleares rusas que detalló Putin en su discurso del 1 de marzo, que tienen mucho tiempo en desarrollo, se diseñaron para evadir, para desbaratar e inutilizar, el programa de defensa global antimisiles que Washington desarrolló durante décadas con enormes costos financieros, políticos, y de seguridad real”, señala Cohen.

 

Cohen dice que, aunque solo fuera cierto la cuarta parte de lo que presentó Putin, “significa que mientras Washington se apresuraba innecesariamente por alcanzar la superioridad nuclear y la capacidad para dar el primer golpe, Moscú calmadamente se apresuraba con decisión a desarrollar un contrasistema, y de nuevo, suponiendo que las afirmaciones de Putin son substancialmente ciertas, Rusia ganó. Desde la perspectiva de Moscú, que en este caso existencial también debería ser la nuestra, Rusia ha recuperado la paridad estratégica que perdió después de que acabó la Unión Soviética, y con ello la ‘seguridad mutua’ de MAD”.

 

Por consiguiente, Washington tiene dos opciones: puede aceptar la paridad que Rusia ha conseguido y asumir el regreso a las negociaciones sobre control de armas a escala completa, o puede tratar de equiparar a Rusia y procurarse armas similares. Si Estados Unidos decide equiparar los logros de Rusia, Putin dejó muy claro que Rusia está preparada para responder, “aunque dejó en claro también que preferiría más bien dedicar los años que le restan de liderazgo, de legado, y los recursos nacionales, a la modernización y prosperidad de Rusia, lo cual explicó (de nuevo) en las primeras dos partes de su discurso”.

 

En cuanto a si Estados Unidos va a escuchar ahora a Rusia o no, Cohen no es muy optimista, dado el ambiente que se ha creado en Washington en torno a cualquier cosa que tenga que ver con Rusia, en particular la satanización de Putin, las imputaciones sin pruebas de ingerencia en las elecciones, y la pretendida manipulación de Trump como el “títere de Putin”, y así por el estilo. Según Cohen, la realidad es que “ya no es posible descartar a Rusia, que se le ha declarado de nuevo como la amenaza número uno para Estados Unidos, y no tratarla como nada menos que una superpotencia nuclear igual cabalmente (cuando menos) que Estados Unidos. Si Washington no ‘escucha ahora’, si de nuevo se empeña en la superioridad, nos podríamos preguntar razonablemente: Sobrevivimos la anterior Guerra Fría, pero ¿podemos sobrevivir esta?”.