23/Apr/2024
Editoriales

La mano izquierda

Se me acabó la fuerza de la mano izquierda, cantaba José Alfredo Jiménez, para “Dejarle suelta la rienda” a una mujer. Esta alegoría poética del admirado canta autor guanajuatense invita a meditar en las personas que nacen con su fuerza mayor en la mano izquierda, a aquellos que llamamos “zurdos”.

Estos individuos, entre otras dificultades, tienen la de ser un grupo minoritario en un mundo de “derechos”. Los zurdos batallan hasta para escribir, pues nuestro idioma se rotula de izquierda a derecha, y por tanto ellos deben “dibujar” las palabras, sin soportar su antebrazo en la superficie de apoyo en la escritura. Desde luego que este inconveniente no es único y no falta quien les vaticine hasta vidas breves.

Desde tiempos inmemoriales la mano izquierda es, sin razón, un símbolo negativo. Una muestra de ello es que se utiliza la palabra “siniestra” en contraposición de la “diestra” refiriéndose a lo izquierdo, pero también se le relaciona con el mal. El filósofo Pitágoras decía “No comáis de la mano izquierda” o lo que es lo mismo: “Sinistra cibrum ne sumito”. Este consejo pitagórico se aplicaba a quienes vivían de causas inicuas, diciéndoles que no vivan de una ganancia injusta o ilegítima, porque la mano izquierda siempre ha sido la mano sospechosa del ladrón. Es interesante ver que, cuando Catulo descubrió que Asinio le había robado su pañuelo le dijo: 

“Marucini Asini mano sinistra/ Non belle uteris in joco atque vino/ Tollis lintea neglintiorum. Por mi parte, todas las personas zurdas que conozco son buenas e inteligentes.