Anoche asistí a la inauguración de la exposición Van Gogh, ‘La experiencia inmersiva’, auspiciada por el alcade Colosio, quien se declaró fan del famoso pintor holandés al mostrar durante su discurso inaugural que sus calcetines traían dibujos alusivos a Vincent.

El montaje está hecho de forma profesional en la planta baja del Palacio Municipal de Monterrey, y representa una imperdible oportunidad para adentrarse en la futurista mirada y pensamiento del artista que rebasó el impresionismo e implantó un postimpresionismo seguido e imitado por muchos hasta los tiempos actuales. 

Desde la entrada se respira un aire de magia. Es el fruto del prodigioso pincel de Van Gogh que extrae de su paleta de colores trazos con líneas ondulantes que, en su momento y a simple vista fueron inexplicables, llegando a pensarse que el genio de la plástica estaba enajenado.

Sin embargo, en breve su obra fue posicionándose en el mundo del arte, transformándolo y a millones de personas nos encanta ver los recurrentes vórtices amarillos, azules, blancos, y verdes.

Desde luego que no se exponen las más de ochocientas pinturas de Van Gogh, pero sí las más conocidas efigies.

Junto a una pared del centro de la exposición se encuentra un área en donde se puede hacer un recorrido virtual de la mano del aclamado pintor, en donde hay emociones como si de volar se tratara, observando los motivos inspiradores de las famosas pinturas, en donde se ve la campiña holandesa, el cielo, oh, ese Cielo estrellado de la noche, y el de la Terraza de café. 

Uno se impregna los sentidos recorriendo los campos plenos de Amapolas, crisantemos, gladiolos, almendros, galateas y más, mucho más…