El pequeño pueblo estaba en la falda de una gran montaña, acomodado de tal suerte que nunca le daba el sol, pues la sombra de la montaña lo cubría siempre. En ese pueblecito los niños crecían raquíticos y las cosechas eran magras. Hasta que un buen día, salió de su casa un viejo rumbo a la montaña con una cuchara de porcelana en la mano.

Viéndolo, varios de los vecinos le preguntaron: _¿Hacia dónde te diriges? _Voy a mover la montaña, confesó el hombre viejo. _¿Y cómo piensas hacer eso que dices? _Con esta cuchara, respondió. _Qué lamentable tener que decírtelo, pero todo lo que hagas será en balde, pues con esa herramienta nunca lo conseguirás. _Ciertamente tienen ustedes razón, jamás lo podré conseguir, pero alguien tiene que empezar.

Cuento de Jodorowsky, versión libre mía