Entró decidida, moviendo graciosamente las caderas. Sombrero de ala ancha y lentes oscuros. Aguardó malévolamente su turno; disimulando su ansiedad fingió leer. Hasta que la peinadora le invitó a sentarse y ella se quitó el sombrero con gran ostentación. Su cabellera de un fascinante brillo metálico se alborotó.
_Corte de pelo a la Mía Farrow- dijo esperando caer fulminadas a la peinadora y a todas esas viejas cretinas. Pero grande fue su sorpresa cuando comenzaron a cortarle las serpientes. Súbitamente vio que cerca de ella, la esfinge de Tebas se daba manicure y pedicure. Ya no soportó más, se quitó los lentes lanzando imprecaciones. Pero, oh fatalidad, el salón de belleza estaba lleno de espejos… y la pobre Medusa quedó petrificada.
Tomás Espinosa