06/May/2024
Editoriales

Pelé parecía ser de Monterrey; cuidaba bien su dinero

El Campeonato Mundial de Fútbol México 1970 fue iluminado por una estrella que la afición coronó con el apetitoso apodo de El Rey.

 Edson Arantes do Nascimento, niño al que le decían Pelé, boleaba zapatos en los muelles del puerto en su natal Tres Corazones, del estado de Minas Gerais, Brasil, y sobresalía jugando fútbol en las calles. 

 Hasta que el destino permitió que fuera descubierto para crecer en las canchas de césped, llegando a ser campeón del mundo a los 17 años. 

 Esto fue en el Campeonato Mundial de Suecia 1958, en donde el equipo de Brasil tuvo un gran desempeño y, a pesar de que en Europa decían que en climas fríos los negros no podían jugar bien, se lucieron Garrincha y un jovenzuelo apodado Pelé. 

 Ese púbero jugaba como nadie lo había hecho, aceleraba una carrera dejando atrás a los defensivos contrarios y de pronto se detenía como anclado, mientras sus marcadores se pasaban con la inercia y cuando regresaban a marcarlo ya había horadado con tremendo bazucazo la red de su portería.

 Ante la impotencia de sus adversarios deportivos, a los diecinueve años fue declarado por el gobierno brasileño ‘tesoro nacional’.

 Su trayectoria en las canchas del mundo es inigualable, y su carisma era grande pues reía, algo extraño entre los atletas. Si acaso se le podría hacer algún extrañamiento sería que con todo y sus altos ingresos económicos, nunca supimos de alguna obra filantrópica de su parte. 

 

 Sin embargo, el amado rey Pelé, con toda su experiencia de casi mil trescientas anotaciones, no pudo el 29 de diciembre de 2022 anotar el gol necesario para seguir disfrutando a su familia, a la afición mundial y por qué no, a sus romances famosos, pero eso no impidió que se erigiera en un deportista inmortal.