02/May/2024
Editoriales

La gratitud es la virtud primordial del hombre

La gratitud es la estimación de un beneficio recibido de alguna persona o entidad, y la obligación moral de corresponderla; las actitudes y las personas más deleznables son las ingratas. 

Relacionado con la gratitud, comentaré un hecho lamentable sucedido el 8 de diciembre de 1926 en la calle Morelos de nuestra Ciudad, anteriormente llamada Calle del Comercio, en su cruce con Emilio Carranza. La Casa Méndez, tienda de ropa y calzado famosa por su lema “La preferida por tres generaciones” se incendió luego de una explosión como a eso de las nueve de la noche. Por ser diciembre había gente cercana, pues enseguida estaba una relojería, después la tienda La Argentina, y cerca el Expendio de Lotería de don Esteban Salazar “El mago de la suerte” en donde mi padre era asiduo cliente. Pero la tienda ya había cerrado, así que no había clientes dentro, sólo se encontraban Don Carlos Méndez y tres de sus cuatro hijos.

Hubo gran movilización de bomberos, y toda la parafernalia que conlleva un evento de esa magnitud, pero el padre y propietario del negocio murió en el Hospital Civil por la gravedad de las heridas, no sin antes pasar por largas horas de sufrimientos. Gustavo murió en el lugar de la explosión; Carlos, el menor, también fue llevado grave al mismo nosocomio, y Zacarías, después de una clínica particular, fue llevado también al Hospital Civil y después a la Penitenciaría del Estado. La prensa amarillista decía que como el local estaba asegurado en millones de pesos el accidente había sido planeado.

Antes de morir Don Carlos estaba una taquígrafa de las compañías aseguradoras interesadas en demostrar que el siniestro era provocado para no pagar la indemnización, anotando en taquigrafía todo lo que dijera el moribundo. Entre los médicos y practicantes que estaban atendiendo la urgencia se encontraba un joven que después fue famoso: Mateo A. Sáenz. Don Carlos balbuceaba algunas cosas antes de morir; todas relacionadas con asuntos familiares, nada de interés para las aseguradoras. La autopsia del joven Gustavo fue hecha por el practicante Sáenz, bajo la vigilancia del médico encargado del departamento, quien hizo el dictamen legal correspondiente.  El cuerpo estaba totalmente carbonizado con excepción de su cinturón, y al quitarlo se observó restos de su camisa y de ropa interior. Mateo A. Sáenz fue el encargado de hacer el dictamen que sería firmado por dos médicos, el de la sala y otro.

La redacción decía que debajo del cinturón había vestigios de ropa, y el médico ordenó que se suprimiera ese dato, pero el joven Sáenz insistió que se conservara pues era un detalle importante. Finalmente, el médico ordenó a otro practicante que lo redactara conforme a sus instrucciones. Días después el abogado de la empresa localizó al joven Sáenz porque le dijeron que era testigo de lo que se borró del acta, y al reafirmárselo le preguntó que si estaba dispuesto a declararlo ante un juez y le contestó que sí.

El truco era que las aseguradoras postulaban que los Méndez estaban desnudos en el interior de la tienda con la ropa impregnada de gasolina, pero ante la declaración del practicante, se desvaneció el argumento y el médico responsable quedó muy mal. Días después el suegro de Zacarías Méndez le quiso agradecer con “unos centavos” que fueron rechazados con indignación por Mateo. Zacarías consiguió, luego de engorrosos trámites, ser trasladado mientras sanaban sus heridas, al Hospital Civil, en donde como era de esperarse conoció al joven practicante Mateo quien seguido iba a visitarlo para platicar de todo y de nada. Zacarías estaba agradecido con Mateo porque además de perder a dos de sus hermanos y al padre, la sociedad de Monterrey le había dado la espalda a la familia. Hubo de pasar algún tiempo para que Zacarías sanara y recuperara su libertad, y desde luego de inmediato se aplicó en reabrir la Casa Méndez, una de las mejores tiendas de ropa en Monterrey.

El agradecimiento de la familia Méndez con Mateo A. Sáenz fue que, a regañadientes, aceptó un regalo: un precioso traje de vestir que tal vez no haya tenido un gran valor económico, pero Mateo lo usó por largo tiempo en sus eventos de gala, pues su carrera de médico y maestro en el Colegio Civil le dio muchas satisfacciones.