23/Apr/2024
Editoriales

Otra oportunidad perdida

 

• Es deplorable que la decisión de no asistir al G20 y enviar una delegación sea cuestión de un solo hombre.

 

Ser titular del Ejecutivo supone, entre otras responsabilidades, tener visión de Estado para representar a una nación en el ámbito internacional. Nuestra Constitución establece como una facultad exclusiva del Presidente de la República “dirigir la política exterior y celebrar tratados internacionales”.

Por ello, es muy lamentable la decisión del presidente López Obrador de no asistir a la Cumbre del G20, que se celebrará en Osaka, Japón, en cuanto que daña el prestigio global de México, afecta el interés nacional y desmerece el liderazgo internacional del pasado.

El costo inmediato es el aislamiento internacional de México y el desconcierto de los líderes mundiales que sí asistirán, ante la ausencia de nuestro país en un momento clave en que la agenda internacional se ocupa de un tema de gran trascendencia, como es la ola proteccionista y las guerras comerciales, así como el futuro del régimen internacional de comercio e inversión.

Un espacio de encuentro multilateral como es el G20 no es una ocasión para reuniones frívolas, sino una inmejorable oportunidad para que, junto con los líderes de los países desarrollados, nuestros socios políticos y comerciales, México examine la agenda global, además de sostener reuniones bilaterales o trilaterales (como la prevista entre China, Rusia e India).

Formalmente, la agenda de Osaka dará seguimiento a la décima reunión del Grupo, celebrada en Argentina en 2018, que versó sobre el futuro del trabajo, la infraestructura de desarrollo, un modelo alimentario sostenible y la igualdad de género.

Para la reunión de 2019 se definieron como asuntos prioritarios el crecimiento económico y la reducción de las desigualdades, infraestructura y sanidad de calidad, cambio climático, el vertido de plásticos al mar, la economía digital y el desafío del envejecimiento poblacional.

Son temas que parecen definidos a la medida de las prioridades nacionales de desarrollo, así como de los objetivos del gobierno en funciones. Además de ser asuntos de la agenda global de desarrollo y de seguridad ambiental y alimentaria que nos atañen directamente y en los que es imprescindible que México haga escuchar su voz y participe en las decisiones.

En la difícil circunstancia de la política exterior de México, definida por las iniciativas del gobierno estadunidense, resulta patético que la presidencia de la República no entienda lo que podría ganar al ampliar sus horizontes de interlocución internacional, multiplicar sus alternativas de concertación política y comercial y sumar socios para el desarrollo centroamericano.

Con esto se pierde la oportunidad de diversificar las relaciones internacionales de México en un momento de gran vulnerabilidad frente a Estados Unidos, así como de intervenir ante nuestros socios comerciales e inversionistas en la preservación de un sistema internacional basado en las normas de libre comercio, ante el asedio de EU a la Organización Mundial de Comercio y a su órgano de apelación.

Es deplorable que la decisión de no asistir y enviar a una delegación, que carece del estatus de sus contrapartes y que será marginada del foro, se conciba como una cuestión de un solo hombre y de su visión aldeana y autárquica de la política y el desarrollo.

La falacia de que “no hay mejor política exterior que la interior” se derrumba ante el aislamiento internacional de México, pues quien ignora el mundo del siglo XXI corre el riesgo de que se le venga encima, sin entender nada.