Internacional

Crisis migratoria expone fracturas en la Unión Europea

Bruselas - La crisis de refugiados que estalló en 2014, y continúa hasta el momento, ha marcado profundamente a la Unión Europea (UE) y cambiado las esferas sociales de muchos paí­ses, además de exponer problemas latentes en la polí­tica migratoria comunitaria.

En 2015, cuando la oleada migratoria alcanzó su pico, la UE recibió más de 1.2 millones de pedidos de asilo, la mayorí­a de ciudadanos sirios, afganos o iraquí­es.

Imágenes de familias enteras desplazándose a duras penas a través del mar, campos y carreteras marcaron las portadas de los diarios de todo el mundo. El movimiento fue calificado como la peor crisis migratoria desde la Segunda Guerra Mundial.

Llegadas al territorio europeo, principalmente por las islas griegas del Mar Egeo, esas personas pudieron cruzar toda Europa central, pese a las reglas europeas de asilo que determinan que un candidato debe presentar su petición y aguardar una decisión en el primer paí­s europeo donde pone los pies.

Ello ha generado conflictos y intercambios de acusaciones entre paí­ses con maneras diferentes de tratar la situación.

De un lado, Alemania decidió inicialmente abrir sus puertas y presionó la UE a adoptar un plan de reubicación de refugiados destinado a aliviar la presión sobre Grecia, pero fue incapaz de inmiscuir del todo a muchos otros paí­ses.

Un año después de la adopción del proyecto, la mayorí­a de los 160 mil refugiados previstos siguen sin ser ubicados.

"El fracaso absoluto de los lí­deres europeos para reubicar a los refugiados es fruto del incumplimiento flagrante de los compromisos adquiridos por los paí­ses de la UE y muestra una preocupante falta de solidaridad, tanto entre los Estados miembros como hacia los refugiados", critica John Dalhuisen, director de Amnistí­a Internacional-Europa.

A la vez, Hungrí­a y Austria, principales paí­ses de paso de la oleada migratoria, abogaban por el restablecimiento de los controles fronterizos en el espacio Schengen de libre circulación.

En el auge del flujo, el gobierno conservador húngaro bloqueó la circulación de trenes hacia Austria, adoptó una nueva ley migratoria que criminaliza a los migrantes clandestinos y erigió vallas en sus fronteras para impedir nuevos ingresos.

Las medidas provocaron una reacción en cadena en los paí­ses vecinos, que resultó en el cierre de la llamada "ruta balcánica".

Impedidos de continuar viaje hacia el norte, más de 57 mil migrantes se quedaron atrapados Grecia, donde un sistema de acogida saturado no alcanza a ofrecerles dignidad.

Los atentados en Parí­s del 13 de noviembre de 2015 y la revelación de que al menos dos de sus autores pudieron llegar hasta la ciudad haciéndose pasar por refugiados sirios, ayudarí­an a conciliar las posiciones europeas en torno de la necesidad de endurecer el control de las fronteras externas de la mancomunidad.

En marzo de 2016, con controles fronterizos en vigor en siete paí­ses del espacio Schengen, los lí­deres europeos firmaron un acuerdo con Turquí­a para que reciba de regreso a todos los clandestinos detenidos en Grecia a partir de esa fecha que no tengan derecho a protección internacional.

El pacto redujo en 95 por ciento el número de migrantes llegados a las islas griegas desde Turquí­a.

Por otra parte, desplazó el problema hacia Italia, donde en los primeros nueve meses de 2016 habí­an desembarcado más de 125 mil refugiados, contra 83 mil durante todo 2014.

El cambio de ruta migratoria trajo un nuevo problema: los migrantes llegan ahora desde Libia, paí­s en plena crisis polí­tica, con una creciente influencia del grupo terrorista Estado Islámico (EI).

Analistas y trabajadores humanitarios son unánimes: la única manera de solucionar la crisis migratoria es abrir rutas legales para que los refugiados lleguen de manera segura a la UE.

Para Francois Gemenne, investigador de la Universidad de Lieja, un primer paso serí­a autorizar los candidatos al asilo a introducir su demanda en el paí­s europeo de su elección.

"Se armonizarí­an los criterios en todos los paí­ses en el más estricto respecto de la Convención de Ginebra. Se crearí­a una oficina central europea encargada de gestionar los pedidos para toda la UE", sugiere.

La idea se topa con el rechazo de numerosos paí­ses europeos, principalmente los nórdicos y del bloque del este.

El alto comisionado de la ONU para los refugiados, Filippo Grandi, pide que los pedidos de asilo puedan ser presentados en las embajadas o consulados europeos en los paí­ses de origen de los demandantes.

Ello permitirí­a a los refugiados organizar su viaje y no quedar vulnerables ante las redes de traficantes y los trayectos peligrosos.

Según la ONU, en lo que va del año más de tres mil personas perdieron la vida en naufragios mientras intentaban llegar al territorio europeo, incluidos niños y mujeres embarazadas.