De joven me desesperaba porque no podía correr a la velocidad que deseaba, y era -ahora lo sé- porque no había caminado lo suficiente. Me urgía correr fuerte para poder volar y demostrarles a mis padres que sus sacrificios no habían sido en balde. Los pensaba tristes porque me habían dado sus alas y no las veían volar, pero no era así, ellos disfrutaban mis intentos por elevarme y yo no volteaba a verlos, sólo cuando me caía cruzábamos nuestras miradas; eran los únicos momentos que se afligían …
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