25/Apr/2024
Editoriales

El tremendo estrés

El peor de los males que nos trajo la modernidad, se llama estrés. El crecimiento exponencial de la población y del nivel de vida que acarreó más y más compromisos económicos y sociales lo catapultó. Antes de la llegada de la Pandemia Covid-19 casi todos ya andábamos estresados cotidianamente, con rostro angustiado y carácter inestable.

Los síntomas más frecuentes del estrés son: Depresión o ansiedad, dolores de cabeza, insomnio, indigestión, disfunción sexual, palpitaciones rápidas y nerviosismo. En Estados Unidos antes de la actual contingencia, el 43% de los adultos vivían estresados, y entre el 75 y el 90 por ciento de las consultas a médicos se relacionaban de alguna manera con el estrés. Las estadísticas nacionales no las he encontrado, pero se sabe que auspicia las principales causas de muerte como el cáncer, enfermedades cardiacas, cirrosis, enfermedades pulmonares, accidentes cerebrovasculares y desde luego, el suicidio.

Al estrés no se le toma muy en serio porque se ha “choteado” el término, cuando dicen que se estresan los animales y hasta las plantas. Daniel Goleman en su obra La Inteligencia Emocional (1999) afirma que las funciones que le adjudica a la amígdala ubicada en el centro del cerebro (reaccionar en automático a estímulos externos), coinciden con el estrés. Si bien éste ha sido históricamente el causante del cansancio y el envejecimiento prematuro, también tiene un aspecto positivo, pues algunas personas en un estado estresante reaccionan extraordinariamente bien en momentos incómodos o peligrosos.

Porque las glándulas suprarrenales -las que están arriba del riñón- secretan sustancias como la adrenalina haciendo que la persona combata o huya. Pero el esfuerzo que hace el organismo para soportarlo es muy grande; si se prolonga demasiado tiempo, o se repite seguido, habrá resultados irreversibles de deterioro y fallas orgánicas, reduciéndose su capacidad de enfrentar al miedo. Un héroe que realizó una hazaña en un momento de alto estrés, si se somete repetidamente a ese estado puede terminar siendo un cobarde. Esta es una más de las razones para hacernos a la idea de que la cuarentena no es mala, pues ayuda a disminuir el estrés, esa dañina planta interior que alimentamos con nuestro trabajo.