03/May/2024
Editoriales

Mi viejo

 

“Viejo, mi querido viejo... Ahora ya caminas lerdo, como perdonando el tiempo...                                            

yo soy tu sangre mi viejo, soy tu silencio y tu tiempo...”        

Piero y José

La vida es demasiado breve. No da tiempo para reflexionar las cosas importantes; pasa tan rápido que terminamos aprendiendo a ser hijos hasta después de ser padres y aprendiendo a ser padres hasta después de ser abuelos... 

Bueno, sí tenemos tiempo -es una riqueza repartida democráticamente-, pero lo aplicamos en futilidades; naderías que siempre nos traen a las carreras. Generalmente nuestras metas grandes, cuando las alcanzamos resultan insuficientes y comenzamos a perseguir otras en este mundo sin fin que hemos construido. En él vivimos siempre agobiados, con altos niveles de estrés que nos altera el sistema nervioso. 

En realidad debiéramos sólo ocuparnos en nacer, y luego en morir. En el ínterin dejar que fluya ese espectacular regalo de Dios que llamamos vida, y dedicarnos a ser felices y ayudar a serlo a quienes estén cerca de nosotros. 

Muchos no dedicamos el tiempo suficiente para convivir con nuestros padres idos, porque andábamos ‘forjando nuestro destino’. La triste verdad es que no los valoramos lo suficiente y peor aún, cuando los veíamos brevemente les platicábamos detalles de nuestras actividades que, al despedirnos, eran puras preocupaciones.

Cierto que un padre es fuente de experiencia e inagotable capacidad de asesoramiento en la vida del hijo. Y es también un factor importante para su tranquilidad pues la paz de un hijo estriba –en buena medida-, en saberse amado por su padre.

Pero un padre no es un hombre común; es el único que siente propios los triunfos de sus hijos y se estresa cuando algo malo les pasa. Un padre aprecia sus virtudes en los hijos; entiende que las pasiones no siempre dependen de uno mismo; a veces la naturaleza las impone. Pero sabe que las virtudes sí son propias, por eso exalta las virtudes de sus hijos y minimiza sus defectos. 

Un padre nunca deja de ser un hombre, con defectos de apreciación que cambia en sus diferentes edades: el padre joven cree que como él “lo sabe todo”, se justifica el olvido temporal de sus hijos para irse a generar riqueza. El padre en edad madura, sospecha de todo lo que hacen su hijos, y cuando el padre llega a viejo cree todo respecto de sus hijos. 

De las muchas cosas que no entiendo es por qué el padre espera a ser viejo para transmitir sus experiencias; ya cuando su voz casi no se escucha, cuando se vuelve torpe, y los hijos casi lo ignoran. Si lo hiciera cuando es joven el mundo mejoraría pues siempre necesita de la fuerza de la experiencia.