28/Apr/2024
Editoriales

La ignorancia existe por el desinterés

Es claro que cuando algo no nos interesa lo pasamos de largo, ignorándolo y algunas veces terminamos arrepentidos porque nos era útil para determinados aspectos. 

Esto a menudo le sucede al Imperio Norteamericano que, al no interesarle alguna nación, no se preocupa por entender sus intríngulis y de pronto surge un problema que no existía.

En 1813 el presidente James Madison nombró embajador en Túnez al abogado, dramaturgo y periodista de Filadelfia Mordecai Manuel Noah; se trataba del primer judío norteamericano que trabajaba en el servicio exterior.

Sin embargo, a los pocos días de estar ejerciendo sin ningún problema su encargo, el embajador recibió un despacho del presidente Madison: “Aparentemente su religión puede ser un inconveniente para realizar sus funciones. Comprenderá que es algo ajeno a nuestras iniciales intenciones, así que le suplico que abandone ese país, a la brevedad”.

Los asesores de Madison no lee entendían a la política tunecina, pues Túnez ciertamente es un país árabe, pero el de mayor flexibilidad política y religiosa. 

Su sistema de gobierno es semipresidencial, cuyo titular se elige cada cinco años y -tal vez eso haya desorientado a los norteamericanos-, debe ser de religión musulmana. Pero es debido a que el Islam es la religión oficial y la gran mayoría del pueblo tunecino lo practica. 

Sin embargo, por disposición constitucional, hay libertad de culto y respetan a las pequeñas minorías cristianas.

Varias décadas después, el gobierno estadounidense entendió que había molestado al gobierno tunecino, siendo el tema que subyacía en un diferendo comercial.