Mi padre tocaba el violín, no era muy bueno, pero tenía los principios básicos que le había enseñado mi tía María.
Recuerdo este cuento que me contaba:
Una vez, un hombre muy rico compró un violín e intentó tocarlo.
Pero sólo obtuvo una serie de desagradables chirridos.
Luego de intentarlo varias veces, bien decepcionado lo regaló a un hombre pobre.
Y este sacó del instrumento ruidos maravillosos.
Al escucharlo, el hombre rico, furioso, lo tildó de tramposo; de utilizar algún truco como conectarlo tal vez a algún tocadiscos o a otro aparato de los que acababan de salir al mercado, para hacer creer que ese objeto inútil emitía música.
Y le quitó el violín.