Los únicos cuentos de terror que me gustan son los de Horacio Quiroga. “El hombre muerto y otros cuentos”, “Cuentos de la selva”, “El salvaje” y otros libros que integran su obra tienen como personajes infaltables la muerte y el terror.
Quiroga era uruguayo, pero murió en Buenos Aires, siendo coetáneo de Leopoldo Lugones, Ramón López Velarde, Rubén Darío, José Enrique Rodó, y otros “monstruos” de la literatura.
Con esto quiero decir que en ese tiempo sobresalir en las letras implicaba muchas cosas y sobre todo grandes talentos. Quiroga quería conocer personalmente a Rubén Darío, y fue hasta París para ello. Con lo aprendido en su convivencia con los grandes pensadores intentó escribir novela, pero se dio cuenta que no era su fuerte.
Sin quererlo, odiaba la enseñanza de la literatura, y estaba enamorado del ciclismo.
Era un tipo delgado –enjuto se describía él mismo- y desgarbado que tuvo una vida muy rica en experiencias, pues lo mismo recibió aplausos que rechiflas, disfrutó de riqueza y padeció la pobreza.
Sin embargo, lo que más conoció de cerca fue la tragedia.
Su padre se mató involuntariamente con una escopeta, su padrastro quedó paralítico hasta que pudo colocarse, no sin batallar muchísimo, el cañón de una escopeta en la boca y se disparó con el dedo pulgar de su pie derecho, volándose la tapa de los sesos. Su gran amigo Federico Ferrando se iba a batir en un duelo, pero antes fue con Quiroga para que le enseñe a usar el arma. Quiroga no sabía que el arma estuviera cargada por lo que se le disparó y la bala pegó exactamente en la cabeza a Ferrando, matándolo.
Quiroga sintió morir y para olvidar sus días de terror, quiso irse a vivir a la selva pues sentía que la ciudad lo presionaba, así que construyó en plena selva una casita bonita y se llevó a su esposa. Pero ésta no pudo con el temor de vivir en la selva y mejor se suicidó envenenándose. Pasaron no muchos años cuando Quiroga se suicidó también, y para rematar la terrorífica historia de Horacio Quiroga, al poco tiempo su hija también se suicidó.
A eso se debe, creo yo, que Quiroga trae siempre a colación la muerte y sus terrores en todos sus textos, pues en la vida real se hablaba de tú con ella.