20/Apr/2024
Editoriales

Las plantillas de zapato

 

Al niño norteamericano William School siempre le atraía lo fue se relacionara con los pies. Entre sus doce hermanos se repartían las tareas hogareñas para ayudar a sus padres, y él pedía que le permitieran reparar los zapatos de todos. Terminó siendo un hábil zapatero, que cobraba sus servicios de reparación de calzado. Con ese oficio se mudó a Chicago, donde encontró un “bufete” de problemas en los pies y se enfocó a encontrar solución a callos, juanetes, ojos de pollo, pies planos, etcétera, echándole la culpa de todos esos males al calzado inadecuado y a la poca atención que le daba a los pies la medicina tradicional. Se matriculó en una universidad para estudiar de noche medicina, pues de día vendía y arreglaba zapatos. 

En 1904 se recibió de médico y ese mismo año patentó sus primeras plantillas para el arco del pie, con tal éxito que pronto se convirtió en una gran industria. En 1915 publicó su libro “El pie humano: su anatomía, deformidades y tratamiento”, y al año siguiente publicó su “Diccionario del pie”. Le tocó padecer las incomodidas de la censura pues las asociaciones viviles de Chicago dedicadas a la moralidad de la sociedad, no le dejaron hacerse propaganda, pues mostraba un pie desnudo, que era un tipo de inmoral desnudez. Pero en 1916 el doctor School hizo caso omiso de ello, y patrocinó el concurso “El pie de la Cenicienta” que premiaba los pies femeninos más perfectos y mejor cuidados de EUA. El éxito fue enorme, pues las mujeres que no salían airosas en la prueba, deberían utilizar las famosas plantillas del doctor Schooll. Al morir en 1968, dijo –o le inventaron que dijo- a sus familiares: Muchos se jactan de no olvidar una cara en toda su vida. Yo les aseguro que no olvido un par de pies nunca, tras haberlos visto una vez”. La cadena de farmacias especializadas en los pies de la cadena Dr. School son una prueba contundente de que el señor hacía todo en grande, por lo que casi logró que todos camináramos bien con sus plantillas.