19/Apr/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

Septiembre 8 de 1847: Ataca el general Winfield Scott, comandante del ejército invasor norteamericano, las Lomas de Tacubaya con 3 mil 500 hombres para apoderarse de los depósitos de pólvora en Casa Mata y Molino del Rey. El día 21 de agosto anterior, Santa Anna había enviado a Scott una solicitud de tregua pues las diferencias entre los dos ejércitos –el invasor y el mexicano- era cada vez más evidente.

Scott respondió con la propuesta de un armisticio (en esas condiciones era una rendición) y Santa Anna lo aceptó de inmediato, firmándose dos días más tarde y se ratificó el 24 de agosto de 1847. Para el 27 de ese mes, entraron al zócalo de la CDMX 112 carros de tropas norteamericanas y una partida de caballería, para recaudar dinero de algunas casas extranjeras y proveerse de víveres. Sin embargo, la indignada población civil se amotinó agrediéndolos con palos y piedras, obligando a los soldados gringos a retirarse.

El día 28 de agosto, el negociador norteamericano Nicholas P. Trist –enviado directamente por el presidente Polk- presentó un proyecto de tratado de paz en el cual México cedía Texas, Nuevo México y las Californias, más un derecho de tránsito por el istmo de Tehuantepec, para que Estados Unidos retirase sus tropas. Los días 1 y 2 de septiembre se reúnen los miembros de la Comisión de paz, y Trist abandonó su propuesta original, pero reiteró su deseo de adquisición (sic) de otros territorios nórdicos mexicanos, y como no se pusieron de acuerdo los integrantes de la Comisión de paz, por lo ventajoso del trato propuesto a favor de Estados Unidos y humillante para México, EUA rompe la paz unilateralmente. Y viendo la realidad, el 7 de septiembre, Juan Álvarez ubica a su tropa entre la Hacienda de Los Morales y Azcapotzalco, mientras Santa Anna hace lo propio en los alrededores de Chapultepec, pues el ataque del invasor era inminente. Los norteamericanos consideraban al Castillo de Chapultepec como una fortificación importante, así que prepararon su asalto del 9 al 11 de septiembre de 1847.

México vivía momentos aciagos, la población estaba entre indignada y asustada pues ya se había visto la crueldad de los invasores, pero había mucho valor entre los mexicanos a pesar de la desigual confrontación. Se había llegado a esta incomodísima situación por la estúpida división entre los políticos nacionales, pues hasta unos días antes los grupos seguían peleando el poder cuando en realidad el país estaba a punto de perderse.