24/Apr/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

Diciembre 3 de 1827: muere en la ciudad de México, dentro del Palacio Nacional, el ilustre regiomontano, fray Servando Teresa de Mier Noriega y Guerra. Hijo de Joaquín de Mier y Noriega, quien fuera regidor de Monterrey y gobernador de Nuevo León, y descendiente de la estirpe Guerra Buentello, conformada por los primeros españoles asentados en la región. Estudia en la ciudad de México en el colegio de los Dominicos en 1780 y después en el colegio Porta Celi, alcanzando el doctorado en filosofía y teología. Se desenvuelve muy bien como maestro en el convento dominico, prestigiándose como un estupendo orador, y en noviembre 8 de 1794 pronuncia una oración fúnebre por Hernán Cortés que impresiona a todo mundo.

Esta es su carta de presentación en las alturas de la política, así que fue el elegido para que el día 12 de diciembre, en la colegiata de Guadalupe, pronunciase un sermón en honor de la virgen de Guadalupe. Así lo hizo, sin embargo, causó un gran escándalo por sus conceptos en los que puso en tela de duda las apariciones de la Virgen, evento que modificó su vida para siempre. El arzobispo ordenó encarcelarlo y le abrió expediente con esa mancha en su carrera eclesiástica. Fue condenado a diez años de exilio y a ser recluido en el convento de los dominicos en Santander, España, retirándole el título de doctor. El edicto condenatorio fue leído en toda la Nueva España, a excepción de la diócesis de Nuevo León, porque el obispo era un viejo amigo suyo.

Tras dos meses de estar recluido en San Juan de Ulúa, es embarcado rumbo a Cádiz y volvería a México hasta 1817, formando parte de la expedición libertaria de Martín Xavier Mina. No sin antes haber pasado por muchos incidentes donde abundaron los encarcelamientos y sus respectivos escapes peliculescos en Europa. En el tracto, su aguda inteligencia, preparación y audacia le permitieron convertirse en un estupendo escritor. En su regreso al país en abril de 1817, desembarcando en Soto la Marina, él, Mina y todos los miembros de ese grupo sufrieron duros golpes militares. Mier fue preso defendiendo el fuerte de Soto la Marina. Así que ingresó de nuevo a las cárceles mexicanas y durante su estancia en ellas escribió La Apología y Relación de lo ocurrido en Europa hasta octubre de 1805, obra a la que luego le llamarían Memorias.

Y posteriormente escribió Manifiesto Apologético, texto que revisó en San Juan de Ulúa, y al mismo tiempo dedicaba su talento a redactar algunas representaciones en su defensa, como: Carta de despedida a los mexicanos, Cuestión política: ¿Puede ser libre la Nueva España?; Y la obra Idea de la Constitución. Y se fugó otra vez del barco que le conducía a España cuando atracó en Cuba, y se trasladó a Filadelfia. Allí publicó Memoria político instructiva, rechazando el Tratado de Córdoba suscrito por Iturbide declarándose republicano. En 1922 regresó a México y fue elegido diputado por Nuevo León al Congreso Constituyente, aunque regresó a la cárcel de San Juan de Ulúa de febrero a mayo.

Al proclamarse Iturbide como monarca de México fue liberado, pero al reasumir su papel de diputado se enfrentaría con el mismo Iturbide al que llamó dictador, y fue perseguido de nueva cuenta. Los grandes cambios del decimonono mexicano registran la participación directa y proactiva de Fray Servando, aunque sus ideas políticas de organización de la naciente nación difieren de las de otros ideólogos coetáneos, como su colega Ramos Arizpe. Cuando se consolidó la República, el primer presidente Guadalupe Victoria, le invitó y fray Servando aceptó a vivir sus últimos años en el Palacio Nacional, muriendo el 3 de diciembre de 1827. La trascendencia histórica y política de la obra de fray Servando Teresa de Mier, es muy grande.

Estuvo en los momentos críticos de la independencia, la monarquía y en la primera parte de la República, precisamente cuando se determinaba el rumbo, incluso su participación en la determinación de la ciudad de México como capital del país, fue categórica. En la ciudad de México, una de sus principales avenidas lleva su nombre, en varias ciudades de la República sucede igual, y aquí en Monterrey, la icónica calle del Padre Mier, antes llamada “Calle de la plaza de la carne” y “Calle del mercado”, desde 1828 se denominó Calle del Doctor Mier, hasta 1906, cuando el Ayuntamiento de la ciudad le llamó Calle Padre Mier. En su honor existe también el Municipio de Mier y Noriega ubicado en el sur del Estado de Nuevo León.