03/May/2024
Editoriales

Rómulo Díaz de la Vega, gobernador de NL y presidente de México

Solamente un regiomontano de nacimiento ha sido presidente de la República: Valentín Canalizo. Sin embargo, un capitalino fue gobernador de Nuevo León y después presidente de la República: Rómulo Díaz de la Vega. Nacido en Ciudad de México, en fecha indeterminada entre 1800 y 1804, inició su carrera de cadete, y en esa calidad se adhirió al Plan de Iguala. 

En 1825 se graduó de ingeniero militar con grado de subteniente. Pronto se involucró en la política militar, siendo capitán participó en 1833 en el pronunciamiento fallido de Mariano Arista contra Santa Anna, siendo dado de baja y exiliado en Puebla. Pero en dos años ya le estaban llamando por sus conocimientos militares para la inminente Guerra de Texas, y así Díaz de la Vega se reintegró al ejército, conservando el grado de capitán. 

Luchó en la Guerra de Texas, en la de los Pasteles, y contra la invasión morteamericana. A principios de 1846, el presidente Mariano Paredes nombró a Rómulo Díaz de la Vega, gobernador de Nuevo León y, como ingeniero militar, planeó la defensa de Monterrey ante la inminente invasión, preparó las obras de defensa con acopio armas y reclutamiento de civiles. Pero Santa Ana lo removió el 30 de agosto de 1846, sustituyéndolo por De la Garza Evia, y por Pedro de Ampudia quien deshizo las obras de defensa y la Ciudad fue tomada por el invasor. 

De Monterrey fue enviado a San Luis Potosí donde un numeroso cuerpo militar esperó la orden para atacar al ejército norteamericano en el camino a Veracruz, o en la Ciudad de México, pero jamás llegó la orden y todos vieron la derrota del país sin poder pelear. Luego, en la dictadura de Antonio López de Santa Ana fue Gobernador de Yucatán en 1853. 

Diaz de la Vega siguió participando del lado conservador hasta que, siendo jefe militar de la Ciudad de México, en el ocaso de la Dictadura Santanista, tras la Venta de la Mesilla, apoyó momentáneamente al partido Liberal o más bien se opuso a Santa Anna.  

Al huir Santa Anna la Capital cayó en el caos, con crímenes, saqueo de negocios y asaltos domiciliarios. Ante este negro panorama, Rómulo Díaz de la Vega, sin ser nombrado, ni corresponderle por escalafón, se hizo del poder Ejecutivo Nacional vacante. 

Gobernó “de facto” del 12 de septiembre al 4 de octubre de 1855, pacificando la Ciudad de México, encuartelando a las tropas aún leales a Santa Anna, y negociando con los liberales triunfadores, entregando el poder y la Capital pacíficamente a Juan Álvarez. Los gobiernos liberales de Comonfort y de Juárez lo utilizaron para pelear contra los mayas yucatecos en la Guerra de Castas en la parte de Yucatán que ahora es Quintana Roo. 

Pero su vocación era conservadora, y se recicló en ese bando, llegando a ser gobernador de la Ciudad de México por el gobierno de Miramón en 1859 -paralelo al de Juárez-. Continuó su carrera para ser en 1860 comandante del Segundo Cuerpo del Ejército Conservador, parte de la Junta de Notables que erigió en 1863 a Maximiliano como emperador de México, y fue nombrado prefecto imperial de Jalisco en 1864. Se debe aclarar que el territorio de la prefectura de Jalisco era diferente al del estado de Jalisco. 

Al triunfo de la República fue sentenciado a muerte, pero por su heroísmo en la Guerra de Texas y en la Invasión Norteamericana, Juárez lo indultó por una pena de dos años de confinamiento en Puebla, viviendo el resto de su vida malgastando su fortuna hasta morir en la miseria en octubre de 1877. 

Rómulo Díaz de la Vega fue un conservador leal que, indignado ante la venta de la Mesilla, cambió de bando por breve tiempo; defendió el territorio nacional, y ciertamente no es un héroe, pero sí un patriota. Una calle de la Colonia Hidalgo de Monterrey lleva su nombre, pues se trata de un ex gobernador de Nuevo León que fue Presidente de México. 

 

Fuentes 

México a Través de los Siglos, Vicente Riva Palacio y otros.