25/Apr/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

Diciembre 9 de 1803: Se devela en el zócalo de la ciudad de México, la estatua de Carlos IV, rey de España, que consiste en una bella obra de arte del arquitecto Manuel Tolsá realizada en bronce, a la que el pueblo le llamó desde el principio El Caballito, por estar la figura del monarca montado sobre un corcel. Ese hermoso percherón ha “trotado” por varias locaciones, pues cuando llegó la independencia había gente que exigía su destrucción. Ahora está en la plaza Tolsá, por la calle de Tacuba, frente a la puerta del Palacio de Minería, antigua Escuela de Ingenieros. Pero antes estuvo en otras direcciones y por largo tiempo, en el cruce de las calles de Reforma y Bucareli. Un dato curioso es que durante el procedimiento de construcción, que duró catorce meses, Tolsá mandó realizar un agujero en la panza del caballo, y era de una dimensión tal que cupiera un trabajador, pues se necesitaba sacar del interior el picadizo de relleno. El 2 de agosto de 1802, a las cinco de la tarde, el molde se recalentó para desalojar la cera y se encendieron dos hornos con 300 quintales de metal cada uno de sus grandes crisoles. A las 6 de la tarde del día 4 de agosto de ese año, el metal en forma líquida estaba listo para ser vaciado, operación que duró sólo 15 minutos. Antes de resanar en definitivo ese agujero, se satisfizo la curiosidad de saber cuántos hombres cabrían en su interior, e ingresaron 25 personas, por lo que el apodo del Caballito, originalmente fue el de Caballito de Troya.