26/Apr/2024
Editoriales

Aprendamos a agradecer

Con qué facilidad maldecimos, y cómo se nos dificulta agradecer.

Ciertamente la tormenta causó molestias y provocó inundaciones y daños, pero trajo beneficios, pues el agua es vida y la necesitábamos con urgencia en el campo y en la ciudad.

En una sociedad acostumbrada a admirar el carácter fuerte se ve bien que alguien diga: ¡Maldita lluvia, causó muchos daños!

Agradecer estos suministros de agua ahora se considera indicio de un carácter débil, según los actuales cánones sociales.

Está pasado de moda ser caballeroso, bienhablado, sensible al dolor ajeno, y religioso.

Lo de hoy es ser despreciativo, maldiciente, insensible, y agnóstico.   

Entre más me convierto en “mayor”, más aprecio los aspectos positivos de la vida; he aprendido que debo agradecer a Dios y a la gente que me rodea casi todo lo que sucede, y se lo recomiendo a usted. 

Proporciona una paz interna inapreciable, que da salud y alegría de vivir.

Dar gracias de todo y a todos, hasta a quienes nos traicionan es saludable, porque los traidores nos enseñan algo bueno como lo es no confiar en cualquiera. 

Aquellos que mascullan la vieja cita de “al traidor, muerte” es posible que vean el respeto en muchos ojos, pero esa visión es efímera; pronto esos muchos los considerarán vengativos y peligrosos.

Se debe desterrar la inercia de calificar blandengue a quien agradece y perdona, porque es más dañina que el ciclón Hanna, pues da mortificación sin proporcionar beneficios.

Deslindémonos de todo lo que nos impide disfrutar de las cosas buenas que la vida nos regala.