28/Apr/2024
Editoriales

El Penal de Topo Chico. Quinta y última parte

 

 

Ya estudiamos antecedentes, desarrollo y el cierre del Penal de Topo Chico. Desde su cambio de ubicación, transformación física y reglamentaria, así como sus reclusos más famosos y motines más relevantes. Ahora veremos la parte conocida como el Penal de mujeres anexo al de Topo Chico, habida cuenta que siempre han sido menos las reclusas que los reclusos, pero el crecimiento delincuencial femenino se disparó cuando llegó el fenómeno del narcotráfico en el que algunas mujeres participan.

 

A las mujeres delincuentes las castigaban enviándolas de sirvientas

Comencemos por enterarnos que en el Imperio Español las mujeres que cometían infracciones a la ley o delitos eran castigadas generalmente en forma más benigna que los hombres delincuentes. La primera sanción aplicable a las mujeres era  habitualmente una multa, más el pago del daño realizado. El castigo más asiduo era la servidumbre y en casos extremos la muerte; pero no se les azotaba, ni exhibía en público, ni se les desterraba.  

 

La servidumbre era una especie de esclavitud -trabajos forzados- en forma temporal y por una sola vida, es decir, no hereditaria. Se buscaba enseñarle a las mujeres delincuentes un oficio o arte útil, para que dejaran la vagancia o sus malos hábitos. 

 

En otras ciudades del virreinato las cárceles de mujeres se ubicaban en los conventos de religiosas, los cuales se adecuaban con celdas. Un caso muy conocido es el de Doña Josefa Ortiz de Domínguez, quien tras el descubrimiento de su participación en la insurgencia encabezada por el padre Hidalgo, estuvo presa en una celda del Convento de las Carmelitas Descalzas de Santa Teresa la Antigua, de la Ciudad de México. 

 

Aquí en Monterrey hubo pocas sentencias contra mujeres que ameritaran cárcel. Este es un ejemplo de una mujer encontrada culpable de delitos que en su tiempo eran castigados y fue sentenciada a dos años de servicio: 

 

Condenan a una esclava por ser “irrespetuosa” con su amo

(1652) ”Causa promovida contra María, negra esclava que fue de Ana González, por haberle faltado al respeto a su amo. Por sentencia se le obliga a dar dos años de servicio a los religiosos del Convento de San Francisco, a los presos de la cárcel, o donde se le señale”. 

 

La Inquisición condenó a una mujer mulata por “hechicera” 

y ya no se supo de ella

Esta “benevolencia” -digamos- aplicaba en “materia común” pues en materia religiosa, el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición y de la Defensa de la Santa Fe, no dudaba en ejecutar en la hoguera a quien fuera culpable. En 1723 la Inquisición recibió la denuncia contra una mulata, casada, vecina del rancho de la Ciénega -San Mateo del Pilón-, acusada de hechicería porque la vieron poner en un hormiguero velas claveteadas de espinas. Fue enviada en calidad de presa a la ciudad de México; se desconoce su destino final. 

 

La primera cárcel para mujeres estaba por la calle del Teatro (hoy Escobedo)

Las mujeres acusadas se sometían al mismo mismo procedimiento que los hombres delincuentes; eran depositadas en alguna Cárcel a esperar sentencia o su ejecución. El Monterrey colonial tuvo una pequeña Cárcel para mujeres acusadas, que iban a la custodia diurna de los frailes del Convento de San Francisco, y de noche dormían en un cuarto ubicado a media cuadra por la calle del Teatro -Escobedo- entre las calles del Comercio -Morelos- y el Camino Real -Hidalgo-. Si la sentencia era ir a la servidumbre, vivían con las familias que les asignaban. 

 

Esta Cárcel para mujeres era una pequeña casucha, hasta que el gobernador Francisco Bruno Barrera (1818-1822) -quien gobernaba en la Colonia hasta 1821, y continuó de después de la Independencia-, construyó un par de cuartos más, uno para cocina y estancia y los otros dos como celdas comunitarias. No hay noticia de que alguna vez se saturara la Cárcel de mujeres. 

 

Esta pequeña prisión dio servicio hasta los tiempos porfirianos en que, anexo a la Penitenciaria de la Alameda, por la calle de Espinosa se ubicaba el área femenil, que tenía pocas celdas, un taller de textil y costura, cocina, comedor, capilla y un área de visitas.

 

En este penal se separaba a las reclusas de sus hijos, que eran entregados por el juez que las había sentenciado a algún familiar, o en caso de faltar un familiar que les diera buena vida, eran entregados a algún orfanato religioso. 

 

Había en la Penitenciaría de la Alameda sólo trece mujeres

Las trece reclusas que en 1947 había en la Penitenciaria de la Alameda fueron trasladadas al Penal de Mujeres del Estado de Nuevo León que estaba anexo al Penal de Topo Chico. 

 

La Cárcel de mujeres tenía capacidad para cien reclusas. Contaba con talleres de manufactura de vestidos y ropa, área de ejercicios, dormitorios, capilla, cocina y comedor; los dormitorios era galeras para varias reclusas. 

 

En los años cincuenta del siglo XX se construyó una guardería del DIF, para que ahí vivieran los hijos de las reclusas quienes, luego de sus actividades productivas, podían convivir con sus hijos dentro del Penal. El número de mujeres reclusas siempre fue significativamente menor al de los hombres. 

 

A partir de 2006 aumenta el número de mujeres delincuentes

Esta capacidad fue suficiente hasta el año 2006 en que debió realizarse una ampliación, pues aumentó bruscamente el número de mujeres sujetas a procesos federales sobre todo relacionados con narcotráfico. 

 

El sistema penitenciario de Nuevo León no estuvo exento de corrupción y de abusos. Pero en el área femenil del Penal del Topo Chico ese tipo de actos eran muy serios, y se recrudecieron a partir de 2015 cuando por primera vez hubo sobrepoblación. Llegaron a ser 315 reclusas y un número indeterminado de menores que vivían inexplicablemente dentro del Penal de Mujeres. 

 

Los abusos contra mujeres reclusas en el Penal de Topo Chico eran degradantes

Además, algunas reclusas eran sometidas a abusos sexuales por el personal penitenciario, y por las bandas delincuenciales que dominaban el Penal del Topo Chico, existía incluso un túnel que permitía a los hombres entrar y “secuestrar” momentáneamente a las mujeres para abusarlas y llevarlas a fiestas dentro del Penal. 

 

En septiembre de 2019, junto con todas las instalaciones penitenciarias del Topo Chico, se cerró el área femenil y sus 360 reclusas fueron trasladadas a lo que anteriormente era el viejo Tutelar de Menores, en el municipio de Escobedo. Al desaparecer el Penal de Topo Chico, la Ciudad de Monterrey no tiene más cárceles dentro de su territorio. 

 

 

FUENTES 

Colección: Causas Criminales, Volumen 6, Expediente 81 

https://revistas.juridicas.unam.mx/index.php/derecho-comparado/article/view/3589/4324  

http://cienciauanl.uanl.mx/?p=4446  

http://eprints.uanl.mx/18020/  

https://cd.dgb.uanl.mx/handle/201504211/10150