06/May/2024
Editoriales

Los chistes sobre la tacañería de los regiomontanos

Hace apenas una semana, describiendo el apoyo que envió Monterrey a Tacubaya por motivo de una gran tragedia, escribí que los regiomontanos no deberíamos ser llamados tacaños.

Sin embargo, ayer encontré una convocatoria del año 1946 firmada por el alcalde Félix González Salinas para concursar durante los festejos del CCCL aniversario de la fundación de Monterrey, contando chistes sobre la tacañería de los regiomontanos.

Al primer lugar le dieron mil pesos y el chascarrillo se llamó “Ordenanzas regiomontanas”

Otorgaron cinco segundos premios de cien pesos a cada uno por los chistes: “Ojos Tapatíos”, “El colmo”, “Caridad regiomontana”, “Aplicando el cloroformo”, y “Regiomontano suicida”.  

También premiaron a cinco terceros lugares con cincuenta pesos a cada uno y fueron los chistes: “Décima”, “Iluminado”, “Buen consejo”, “Gustos regiomontanos”, “Entre capitalinos”.

Además, tuvieron mención los siguientes: “Un atraco en Monterrey”, “Fuego sacro”, “Relámpagos”, y “Bodas regiomontanas”. También fueron merecedores de una mención cada uno de estos: “Gente de Monterrey”, “Padre regiomontano amoroso”, “Ahorro”, “La verdad se ha de decir”, “Viaje de bodas”, y “Maldición”.

Esto podría interpretarse como una vacilada, pero el jurado calificador estaba formado por el propio alcalde, más Santiago Roel, José P. Saldaña y Timoteo L. Hernández, lo que le daba seriedad al concurso, pues todos eran personajes serios y representativos de la cultura e historia del Estado y la Ciudad de Monterrey.

La participación en el jurado de tan simbólicas personalidades se reflejó al premiar con el primer lugar de los doscientos veintidós chascarrillos inscritos, al llamado “Ordenanzas regiomontanas”, que es un listado de veinticinco recomendaciones que parecieran ser una desiderata, más que alguna broma. 

Y el que encabeza el grupo de premiados en segundo lugar, “Ojos tapatíos” es una anécdota romántica, no un chiste.

Mi interpretación del espíritu de ese concurso es que buscaba enviar un mensaje al mundo de que a los regiomontanos no nos duele que hagan chistes de nuestra supuesta tacañería y, al contrario, nos reímos de ello.

Y los dignos representantes de la cultura aceptaron ser parte del jurado, pero decidieron que los primeros dos de las listas de premiados fueran textos serios, no gracejadas de tacañerías.

La memoria de papel. Celso Garza Guajardo, Los festejos de Monterrey en 1946.