28/Apr/2024
Editoriales

El lenguaje de los sordos

 

 Conforme avanzamos en la vida, nuestro cuerpo va perdiendo gradualmente algunas facultades físicas, entre ellas, el sentido del oído.

 En el siglo XIX hubo una tendencia a considerar que a los sordos no les ayudaba hablar a señas, por lo que en muchas naciones se prohibió que se expresaran con señas, y no sólo en escuelas sino también en las familias. Se les exigía a los sordos que hablaran, siendo que en algunos casos eso no es mayor problema porque sólo falta regular el volumen de su voz al leer o platicar, pero en otros casos se trata de algo casi imposible, pues se dificulta mucho imitar sonidos cuando no se escuchan.

 Sin embargo, en la década de 1970 se demostró que, el lenguaje de las señas tiene las características necesarias para considerarse un idioma por derecho propio. Y así fue que comenzaron a verse en todas partes interpretaciones para sordos por las noticias en televisión, en las obras de teatro, y en las escuelas, cuando se trataba de clases presenciales.

 En la antigüedad se creía que los niños sordos no podían aprender, hasta que el sacerdote español Juan Pablo Bonet desarrolló un sistema de señas para el alfabeto, que publicó en 1620. Y un siglo después se inauguró en París una escuela que se convirtió en la Institución Nacional para Sordomudos. En 1816 se fundó en Estados Unidos la Escuela Americana para Sordos, en Connecticut, que terminó siendo –una generación después- en la Universidad Gallaudet para sordos, en Washington, DC. Es importante saber que así como en los idiomas hablados, también en este tipo de comunicación hay diferencias de una nación a otra. Por ejemplo, el lenguaje de señas de Reino Unido, es diferente al de Estados Unidos, aunque se hable el mismo idioma en ambas naciones. Existe una lengua de señas internacionales que se llama “gestuno”, inventada por los delegados de los Primeros Juegos Mundiales para Sordos, que se celebraron en París en 1924, y que se utiliza cuando se trata de eventos de corte internacional.

 Mi experiencia con este tipo de personas fue con un mecánico que me daba servicio de planta en las máquinas de construcción. Sus compañeros del taller le decían Pancho “El Mudo” y fue un hombre muy sufrido a pesar de tener un buen carácter y un humor muy bueno. Porque su apariencia no proyectaba bondad, y como siempre andaba manchado de aceite debido a su trabajo, muchas veces fue detenido “por sospechoso” cuando caminaba en las madrugadas, pues la entrada al taller era a las seis de la mañana, por lo que andaba en la calle antes de que amaneciera.

 Pancho inventó una forma muy particular de expresarse, pues la mitad era a señas y la mitad con sonidos que intentaba fueran similares a las palabras que usaba. Era famoso su término “peteto” que pronunciaba para decirle “tonto” a alguien, y al decirlo soltaba una contagiosa carcajada. Además debo decir que este mecánico era por mucho, el mejor que tuve en mis tiempos de constructor.

 Hoy día existen aparatos auditivos de alta calidad que ayudan mucho a quienes luchan con ese problema.