20/Apr/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

Septiembre 24 de 1846: Tercer día de la Batalla de Monterrey. Envía el general Pedro de Ampudia por conducto del coronel Francisco Moreno, un mensaje de rendición al general norteamericano Zachary Taylor. Pero solicitaba un armisticio, por estar convencido que nada había por hacer, pues el invasor ya los tenía copados en el último reducto de la defensa, que era la Catedral de Monterrey. Acaso tenía la esperanza de que Taylor aceptara darle a él (a Ampudia) con sus soldados una salida digna, y por tal se debe entender que se les permitiera retirarse de la plaza llevándose sus armas y en medio de un trato respetuoso.

Se reunieron Ampudia y Worth sin llegar a un acuerdo, pues el estadounidense quería una rendición sin condiciones, y Ampudia una capitulación honrosa. Como no llegaron a nada, Ampudia buscó hablar directamente con Taylor y finalmente lo consiguió, reuniéndose en una casa ubicada por la calle de Morelos (Del Comercio), y Zachary condescendió con Pedro por lo que se formó una comisión para determinar las condiciones en las que se rendiría Ampudia. Por México fueron a discutir las formas de la rendición el ex alcalde y ex gobernador Manuel María de Llano, un liberal que no apreciaba nada a Santa Anna pero aceptó por tratarse de un asunto delicado para el estado y el país.

Los otros dos eran generales: Tomás Requena y José María Ortega. Por parte de Taylor asistieron: el general William Worth, el general James P. Henderson, y el coronel Jefferson Davis. Estuvieron discutiendo todo el día y hasta las 10 de la noche se redactó La Capitulación de Monterrey, con aspectos singulares como estos: Se suspenderían las acciones bélicas por ocho semanas para darle oportunidad a las tropas mexicanas a retirarse de Monterrey con sus armas y banderas, a cambio de que Estados Unidos se quedara con la Ciudad de Monterrey, desde donde gobernaría a todo el Estado. El día 25 fue para organizar la salida de los soldados mexicanos y el 26 partieron con el respeto de los marines norteamericanos, mientras que muchas familias regiomontanas –llorando de coraje- abandonaban sus casas para emigrar a otros lares.

Pero desde el mismo día 25 de septiembre Zachary Taylor tomó posesión de Nuevo León, iniciándose el gobierno de militares norteamericanos que hicieron cera y pabilo de las leyes y normas urbanas que regían la vida del Estado y la Ciudad. El recuento de daños no está muy claro, pero las versiones más creíbles dicen que hubo casi medio millar de bajas en ambos ejércitos. El gran ganador fue Zachary Taylor, pues su prestigio creció llevándolo a ser presidente de su nación.  Nuevo León fue tristemente gobernada por norteamericanos hasta el año de 1848.