27/Apr/2024
Editoriales

El meteorólogo

Cuando yo era caminero, a principios de los años sesenta, trabajaba para el Ingeniero Ernesto Marroquín Toba, viejo lobo de los caminos de quien aprendí lo poco que se del tema. Me enseñó que mientras creas que sabes el significado de lo que percibes no sentirás la necesidad de preguntar a quien verdaderamente sabe. Entendí que el mundo se compone de dos cosas: Las preguntas y las respuestas. Don Ernesto me enseñó a preguntar.

Las condiciones climáticas son básicas para el buen desarrollo de los programas de obras, y el clima nunca es parte de lo calculado. Las  temperaturas demasiado bajas no permiten colar el concreto hidráulico; los puentes y “las obras de arte” se detienen. Lo peor es la lluvia (Bendita por otra parte) que impide el avance en la construcción y echa a perder lo compactado, teniendo que volverlo a escarificar para darle una vuelta con la motoconformadora para orearlo.

En esa empresa laboraba un viejo caminero zacatecano -Don Lupe- mayordomo de amplios conocimientos en el tema. A veces el mundo no hace preguntas con la intención de que sean contestadas sino para reiterar su propio punto de vista. Pero yo nunca vacilé en consultarle algunas decisiones importantes como esta:

Cerca de la hora de salida de los operadores se nubló el cielo amenazando lluvia, y había un tramo largo de material triturado de base acamellonado encima de la terracería. Se debía decidir extenderlo o nó, para proteger a la terracería de la probable lluvia. Pero hacerlo significaba perder tiempo que en esos trabajos auténticamente es oro. La decisión ameritaba una consulta con Don Lupe, el legendario mayordomo de marras.

Fui a verlo como a diez kilómetros de distancia en donde se encontraba en la trituradora de piedra en un arroyo y le pregunté: ¿Cómo la ve Don Lupe, lloverá esta noche? Usted sabe lo que nos costaría si nos sorprendiera la lluvia con la terracería descubierta, pero si no llueve y lo tapamos, echamos a perder dos días mínimo de equipo regresando de nuevo la base a su situación actual.

Don Lupe, sabiendo que esa era la decisión del día, caminó unos pasos y tomó una pose de concentración, parado con piernas abiertas y mirada puesta en el cielo.

Luego de unos cinco minutos de analizar a fondo las condiciones climáticas me dijo:

_Ingeniero: No creo que vaya a llover...

Con semejante ritual, entendí que Don Lupe me estaba asesorado con toda su experiencia y conocimientos adquiridos en más de cuarenta años construyendo caminos, y como ya no había dicho ni una palabra más, me dispuse a retirarme para dar instrucciones al respecto cuando escuché el complemento de la frase:

_Solamente que lloviera.