28/Mar/2024
Editoriales

La Magia del Orador

La Tribuna es sin duda el espacio mágico en donde suceden muchas cosas al mismo tiempo, pues se conjuga la integración de sabidurí­a y elocuencia.

Pero para que estas dos cosas se den es necesario una preparación integral pues todo lo que decimos es resultado de la información adquirida que luego al ponerla en acción se transforma en conocimiento, y dependiendo de la capacidad de dicha transformación de la información será la calidad de lo que se exprese.

Igualmente dicha capacidad será también el resultado de una buena nutrición del cuerpo, la mente y el espí­ritu.

Una vez que mente cuerpo y espí­ritu están integrados estaremos listos para iniciar esa misión de transmitir y transformar para enseñar.

La magia de la palabra hace que se pueda enseñar con deleite, con un color de voz que provoque sensaciones y atención en quien nos escucha.

Si abrimos nuestra percepción veremos que en la naturaleza esta presente la armoní­a que nos hace sentir en armoní­a, desde el ruido de las ramas de los árboles, el canto de las aves, el sonido de las olas del mar en su constante vaivén, hasta el canto de la sirena que encanta a quien le escucha, cuando aprendamos a escuchar esta música de la naturaleza disfrutaremos de una sinfoní­a que nos invita a comprender y unirnos en un aplauso a la Fuente creadora del Universo que dirige su propia obra.

Es entonces la labor del Orador quien al subir a la tribuna tendrá que unir la sabidurí­a que le da el estudio de la filosofí­a de las diferentes culturas, así­ como la elocuencia que requiere una preparación con disciplina desde la expresión corporal, matiz de voz, proyección, la Retórica y sobre todo esa magia que hará la diferencia entre hablar con verborrea y transformar al receptor con la sabidurí­a y elocuencia unidas.

Entonces nos estaremos acercando al objetivo que es encender en la tribuna el fuego que sea la luz que ilumine a quien nos escucha

Tomemos entonces la Discreción de Moisés. El Amor a la Verdad de Orfeo, la Virtud de Hiram, la Sabidurí­a de Salomí²n, el Entusiasmo de Licurgo, el anhelo por la Redendencií²n de Confucio, la Perseverancia de Pitágoras, la Dignidad de Sócrates y el Heroí­smo de Jesús.

El Orador será entonces el discí­pulo de la Fuente creadora del Universo que vaya por el mundo encendiendo la luz en las mentes de la humanidad y entonces podremos decir:

"Enciende mi Luz con tu Luz"

Ramón Radillo Chávez