03/May/2024
Editoriales

Las gafas perdidas

Hace poco más de un mes comí acompañado de buenos amigos en un prestigioso restaurante de la zona sur de Monterrey, del cual salimos satisfechos por la calidad de los alimentos y la buena atención. Subí al auto y me retiré a casa para continuar con mi trabajo, y no fue sino hasta el día siguiente cuando eché de menos mis gafas de sol. 

 Las había dejado en la mesa del restaurante, así que me apresuré a llamar por teléfono para que supieran que los lentes que seguramente habían recogido los meseros eran míos y que iría por ellos al siguiente día. 

 Así lo hice pero la ‘hostess’ me recibió diciendo que no, que mis lentes de sol no estaban en el restaurante. Obviamente eché rayos y chispas pero nada podía hacer; lo único que hice fue platicarle a mis amigos lo sucedido y acordamos no regresar a ese lugar. 

 Pasaron unos tres enojosos días hasta que, al conducir por el túnel de Loma Larga, hubo un conato de estrellamiento múltiple que me obligó a frenar súbitamente para no chocar mi auto, y sentí que algo tocó mi zapato derecho.

 Una vez controlada la situación, tomé con la mano derecha lo que había salido de abajo del asiento y con sorpresa vi que ¡eran mis gafas de sol!  

 La explicación es que aquella vez salí algo alegre por el tequilita que empujó las ricas viandas y en automático coloqué las gafas en el asiento derecho, y de allí cayeron entre los dos asientos.

 Usted se ha de imaginar el ‘oso’ que hice al darle mis disculpas a la chica del restaurante.

 Acostumbro usar lentes de sol porque protegen la vista de los rayos solares. 

 Estos objetos comunes no son de existencia reciente. Desde el siglo XII en China se desarrolló la técnica que ahumaba y oscurecía los cristales de cuarzo. 

 Con esos cristales oscuros se fabricaban gafas de sol pero no se usaban con fines de vestimenta o de trabajo con exposición a los rayos solares. 

 Las usaban principalmente los jueces chinos para ocultar la expresión de los ojos a la hora de conocer las promociones jurídicas y los alegatos de los litigantes. 

 En occidente comenzaron a aparecer las gafas de sol a mediados del siglo XVIII, y tampoco era para el uso que actualmente les damos. 

 Las usaban por receta médica para enfermos de la vista, que debían evitar el resplandor del sol, y los colores se determinaban según las condiciones del paciente. 

 A finales del siglo XIX y, a inicios del siglo XX, las gafas de sol las usaban los enfermos de sífilis, pues con esa enfermedad hay demasiada sensibilidad a la luz. 

 Finalmente, allá por los años treinta del siglo XX se pusieron de moda para protegerse del sol y después como prenda de vestir con elegancia. 

 Aunque los lentes o gafas de sol continúan usándose para ocultar emociones, como el llanto y el juego de cartas, le aseguro a usted que ese no es mi caso. 

 Ni tampoco para esconderme de mis acreedores; algunas veces, casi nunca, porque hacen juego con alguna prenda de vestir.

 

 Nuestro regreso al restaurante de marras fue alegre para mis amigos que se divirtieron a mis costillas.