19/Apr/2024
Editoriales

Julio 2 de 1915: muere en París, Francia, el ex presidente Porfirio Díaz a la edad de 84 años

Julio 2 de 1915: muere en Parí­s, Francia, el ex presidente Porfirio Dí­az a la edad de 84 años. José de la Cruz Porfirio Dí­az Mori nació en septiembre 15 de 1830 en Oaxaca de Juárez, llegando ser presidente de la república en siete ocasiones, de noviembre de 1876 hasta mayo de 1911, durante casi 30 años.

Fue enterrado en la iglesia de Saint Honoré l'Eylau, de Parí­s, y en diciembre 27 de 1921 sus restos fueron trasladados al cementerio de Montparnasse, en el barrio bohemio, y su viuda Carmen Romero Rubio regresó a México una década después, en 1931. Dí­az habí­a salido de México en el famoso barco Ipiranga del puerto de Veracruz, una vez que renunció a la primera magistratura, obligado por el movimiento revolucionario encabezado por Francisco I. Madero, instalándose en su departamento de la casa ubicada en el número 28 de la Avenida del Bosque en la Ciudad Luz.

El incansable guerrero mexicano contra los invasores franceses habí­a llegado al poder por la ví­a de las armas y al principio refrendó su presidencia por medio de elecciones pero pasado el tiempo, apoyado por su grupo polí­tico y militar de gobernadores, reelegirse se volvió algo normal, siendo el dictador más longevo de la historia nacional.

Lo paradójico es que habiendo peleado tan brutalmente contra el ejército francés, haya sido Francia el paí­s en donde eligió pasar el resto de sus dí­as una vez que dejó el poder en México, acompañado de su familia. Y más paradójico aún es que haya sido recibido como un ilustre migrante por el general francés Niox, enviado por el presidente Armand Failleres quien puso en sus manos la espada de Napoleón. Unos dí­as antes de su muerte se habí­a sentido mal y fue atendido por el médico Gascheau, quien lo examinó notándole fatiga, resequedad en la garganta y amagos de bronquitis. El diagnóstico que le dijo al paciente fue que se trataba del cansancio natural de la edad, que evitara el ejercicio y nada más. Sin embargo, a la señora Carmelita sí­ le dio su diagnóstico real: Dí­az tení­a arteriosclerosis aguda.

Casi un par de semanas después, el dí­a dos de julio, Porfirio Dí­az comenzó a batallar para hablar y sufrió de pronto una especie de demencia, su pensamiento se volvió incoherente. A las 6:30 de la tarde en paz cerró los ojos el hombre que gobernando a México enviaba el mensaje de "mátalos en caliente" para ordenar la eliminación de sus enemigos polí­ticos detenidos. Hasta el departamento parisino llegaron varios funcionarios de la República Francesa y delegados de la ciudad de Parí­s; acababa de morir una persona ilustre y Francia rendí­a homenaje al gobernante de otra nación por tres décadas, reconociendo al soldado que cinco décadas antes la habí­a combatido. Los mexicanos residentes en Parí­s se enteraron del fallecimiento y fueron todos a acompañar a la familia de don Porfirio.

Al dí­a siguiente llegaron de otras naciones europeas grupos de mexicanos que allá viví­an. La primera guerra mundial tení­a un año de haber empezado, por lo que Europa estaba muy sensible a todo lo que le sucediera a los militares de todo el mundo, así­ que seguramente eso influyó para que se sintiera consternación entre algunos militares franceses... Porfirio Dí­az habí­a olvidado los extremos que se viví­an en México y en Parí­s sólo comentaba algunas frases de Matí­as Romero, o de Justo Sierra, o lo que en tal ocasión habí­a tenido que hacer Berriozábal, o Riva Palacio. Cuando alguna vez se refirió al crimen de Victoriano Huerta en contra de Madero y Pino Suárez, lo condenó con rudeza, considerándolo execrable.

A la hora de su muerte, estaban con él su fiel esposa Carmelita, Porfirito, Lorenzo, Luisa, Sofí­a, Marí­a Luisa, Pepe, Fernando González y los nietos mayores. La casa se llenó de franceses y el enviado del presidente Poincaré -el general Niox- era el mismo que le habí­a hecho honores a su llegada de México. Porfirio Dí­az es ilustrativo caso de un hombre valioso que el poder corrompe, pues si se hubiera retirado al término de su periodo normal, serí­a ahora un héroe indiscutible nacional, pues méritos militares y gubernamentales lo tiene.