Editoriales

¡Hay fantasmas en la cárcel de Monterrey!

Es común que en determinados sitios antiguos, sus habitantes o usuarios hablen de hechos paranormales, pues la imaginación vuela, sobre todo cuando se trata de personas de cultura escasa, pensando en quienes vivieron bajo el mismo techo. Estas creencias muchas veces tienen origen en sonidos provenientes de las estructuras antiguas cuyos materiales sufren la fatiga natural con el paso del tiempo.  

Lo que sigue es, algunas veces, que esos ruidos provoquen en las mentes de quienes estén predispuestos, la visión de imágenes fantasmagóricas, pues los humanos vemos lo que queremos ver. Ya lo que sigue es comentar lo anterior y si la sugestión entra en este coctel imaginario, puede convertirse en leyenda que trascienda al paso del tiempo. 

Dicho lo anterior, relataré que en el bello edificio de Las Casas Reales – Palacio Municipal – Museo Metropolitano de Monterrey, una de las 7 maravillas históricas del Estado, sucedieron en julio de 1714 una serie de hechos curiosos en la Cárcel municipal que se ubicaba dentro del inmueble referido, en la esquina de Corregidora y Zaragoza, durante uno de los acomodos al interior del clásico recinto político de la Ciudad durante el siglo XVIII. 

Sucedió que por esos días sólo había cuatro reos en espera de sentencia, sin embargo, a principios de mes, estos reos, increíblemente, levantaron de noche una de las pesadas vigas del techo que daban al corral, es decir, hacia el poniente -hoy patio central del Museo- y salieron corriendo como alma que lleva el diablo, pasando por el corral, y encarrerados atravesaron la Plaza de la Carne, hoy Plaza Hidalgo. 

De inmediato, la tropa de la Ciudad que allí pernoctaba para enfrentar a posibles ataques de los indios bárbaros, y que hacía también las funciones de policía preventiva, despertó y varios genízaros salieron tras de los prófugos, pero estos iban corriendo tan rápido que solamente se pudo capturar a uno de ellos, un ladrón llamado Francisco de Treviño. 

Así que a este tipo recapturado, además del juicio por robo que enfrentaba, se le inició otro proceso, ahora por evasión de la cárcel. Fue el alcalde segundo de lo criminal, Antonio García, quien lo procesó, y a la hora de declarar en su defensa, Francisco de Treviño aceptó su culpa en los robos, pero respecto a la fuga de presos, la justificó diciendo que no podía permanecer en la cárcel.

El alcalde, molesto, le interrumpió diciéndole que no tenía elección, pues era un preso por la comisión del delito de robo. De Treviño, un poco más calmado, declaró a la autoridad que no podía permanecer en la cárcel municipal porque le espantaban los fantasmas y los ruidos que había en ella.

_Explíquese mejor, le exigió García.

De Treviño amplió su declaración explicando que él y los otros reos, estaban aterrorizados por los hechos paranormales que sucedían noche tras noche así que decidieron huir todos, a sabiendas que podían ser muertos en el proceso. Además explicó que esto se les facilitaba porque el carcelero también temía a los fantasmas y no se acercaba por la noche a la celda. 

El reto, dijo con vehemencia, era levantar entre los cuatro hombres la pesada viga y luego rifarse la vida en la persecución que sabían iba a suceder.

Ante la franqueza de su declaración hecha en forma muy convincente, luego de cotejarla con la del carcelero, el ladrón Francisco de Treviño sólo fue condenado a trabajos comunitarios, como limpiar acequias, barrer plazas y calles, pero dándole la gracia de poder irse a dormir en su casa, alejado de los fantasmas de la cárcel. 

Hechos reales, con adecuación mía.

FUENTE 

Diligencias practicadas por el alcalde don Antonio García, sobre haberse fugado de la cárcel Francisco de Treviño por temor a los fantasmas y ruidos que en ella había. 

Colección: CIVIL 

Volumen:        41 

Expediente: 26