Editoriales

La lucha por tierras bíblicas

Actualmente hay un grave conflicto político que amenaza con originar otra guerra, porque Estados Unidos cambiará su embajada a Jerusalén, la Ciudad Sagrada donde están los santuarios de las tres religiones monoteístas.

Esto significa que Estados Unidos reconoce a Jerusalén como la capital de Israel, no a Tel Aviv, ciudad que fue declarada capital israelí para enunciar que Jerusalén es una ciudad internacional. Sin embargo, el tema de Jerusalén como capital de Israel podría ser tomado como pretexto por la organización extremista Hamas para el inicio de una nueva intifada, pues entre israelitas y palestinos hay enfrentamientos ancestrales porque ambos pueblos afirman que gran parte del territorio israelí moderno era suyo en la antigüedad.

En 1947 la ONU decidió dividir el territorio de Palestina entre judíos y árabes. Inglaterra había sido designada como supervisora de la región desde 1920, y cientos de miles de judíos habían emigrado a ese territorio bajo la “declaración de Balfour” de 1917 a favor de una nación judía en Palestina. La independencia de Israel se declaró en 1948 pero los árabes inmediatamente invadieron al nuevo país. En 1964 de formó la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y el ingeniero Yaser Arafat la lideró en 1969. Luego vinieron las broncas en la franja de Gaza y Cisjordania, ocupadas por los israelíes, y la respuesta fue que la OLP declaró un estado palestino independiente. En 1989 vino una intifada, hasta que en 1993 hubo un acuerdo antecedido por reuniones secretas, en el que se firmó entre la OLP e Israel un pacto en el que se reconocen ambas el derecho a existir. El acuerdo fue que Palestina tendría una autonomía limitada, y que Israel retiraría en forma escalonada su poderoso ejército, lo que parecía ser la solución al ancestral problema, pero resulta que en ambos lados hay extremistas y no se ha podido conseguir la ansiada paz, y ahora el conflicto por la embajada gringa en Jerusalén reaviva la tensión. Esperemos que se encuentre una salida diplomática pues lo último que necesita el mundo es una nueva guerra en tierras bíblicas.