El temple es la materia prima que construye el carácter distintivo de una persona. Cuando alguien se espantacon las adversidades, no puede terminar sino derrotado; en cambio, quien acepta con tranquilidad la existencia de un problema y ve la forma de solucionarlo, muestra seguridad en sí mismo y tiene más posibilidades de salir avante.
En la India hay viejo un cuento popular que habla de un hombre viudo querido por todos que vivía en un pueblo chico y tenía un hijo.
Poseía un caballo, pero de pronto el caballo no amaneció en el corral.
La noticia corrió por el pueblo y vinieron a verlo varios vecinos.
_Qué mala suerte has tenido!, se te fue tu único caballo.
_Sí, así es, se fue el caballo, dijo tranquilo.
Varios días después amaneció su caballo en la puerta de la casa acompañado de otro más. Los vecinos fueron de nuevo y le dijeron:
_Qué buena suerte la tuya, recuperaste tu caballo y ¡ahora tienes dos!
_Sí, así es, ahora tengo dos caballos, dijo tranquilamente.
Ya con dos caballos, el hombre y su hijo salían a cabalgar juntos, disfrutando el campo. Pero un día el hijo se cayó del caballo y se fracturó una pierna. Los vecinos regresaron:
_Qué mala suerte, si no hubiera llegado el segundo caballo, tu hijo no se hubiera accidentado.
_Sí, así es, dijo tranquilamente el hombre.
Luego de un par de semanas estalló la guerra y todos los jóvenes del pueblo fueron enviados a pelear, menos el hijo del hombre porque estaba fracturado de la pierna.
Los vecinos fueron todos a decirle:
_¡Qué buena suerte la tuya! Nuestros hijos se fueron a la guerra y el tuyo se quedó contigo.
_Sí, así es, contestó con la misma serenidad el hombre de carácter templado.